Lo que quedaba del mes de septiembre pasó velozmente. Su amistad con Harry, Ron y Hermione era un poco más sólida y, habiéndose ganado su confianza, pudo enterarse de la curiosa conexión que Harry poseía con el Señor Oscuro. En el pasado el muchacho sentía dolor en su cicatriz cada vez que Voldemort se encontraba cerca, pero recientemente parecía estar sintiendo sus emociones también. Jill no pudo hacerse ninguna idea de por qué podría estar ocurriendo y Dumbledore tampoco tuvo la amabilidad de decírselo cuando ella le dio su reporte acerca de Harry. Se preguntaba si valía la pena seguir siendo una informante sin saber las implicaciones de ello.
Snape no le hablaba desde que la echara de su despacho en la última sesión de oclumancia. Era como si Jill no existiese cuando se la encontraba en los pasillos y la ignoraba olímpicamente en clases. Ella habría querido hacer lo mismo, pero no podía dejar de pensar en la actitud que el hombre tuvo ese día. Quería preguntarle nuevamente la razón por la cual parecía tan molesto con sus recuerdos. No era como si él no hubiese visto nada peor en su mente antes. Sin embargo, no había logrado reunir el valor para ir a buscarlo a su oficina.
Jill se limitaba a observar al profesor dar su clase, siguiendo sus movimientos con la mirada. Sus ojos se encontraron en un par de oportunidades y Snape apartaba sus negros orbes de inmediato, como si temiera hacer contacto visual con ella. Le resultaba difícil creer que el hombre que se esforzó en enseñarle a proteger su mente de intrusiones enemigas, ahora actuara como si no la conociera de nada. Parecía que cada persona a la que Jill le llegaba a tener confianza la abandonaba sin dar explicaciones.
—Torposoplos —dijo una vocecilla soñadora una noche de mediados de octubre, cuando se encontraba en la biblioteca tomando un libro prestado.
Giró en redondo sobresaltada, con el libro "criaturas mágicas del sudeste asiático: una guía para el cuidador novato" firmemente sujeto en sus manos. Había pensado que la biblioteca se encontraba vacía cuando entró y se dispuso a recorrer las estanterías. Quien le hablaba era Luna Lovegood. La chica la miraba con sus enormes ojos azules, casi como si pudiese ver a través de ella.
—¿Eh? —balbuceó Jill, confundida.
—Torposoplos —repitió la muchacha.
Ella también tenía un libro en las manos. Parecía algo relacionado con animales misteriosos, pues su portada rezaba algo como "De los nargles al helio...". No pudo leer más porque la mano de la chica lo cubría.
—Eh... ¿qué? —dijo Jill, tratando de sonreír.
—Sí —asintió con la misma voz soñadora que usaba en las reuniones del ED —. ¿Te han molestado los torposoplos?
—¿Los qué?
—Torposoplos —dijo Luna —. Te distraen.
Jill arqueó las cejas, confundida. No tenía ni la menor idea de qué podían ser los torposoplos; pero viniendo de Luna Lovegood podían ser cualquier cosa. Deseó poder salir de allí cuanto antes. No creía que una conversación con Lunática Lovegood fuese lo que necesitara para mejorar su estado de ánimo. No era que Luna le cayera mal, sencillamente le parecía complicado llevarle la corriente a sus excentricidades mientras tenía la mente ocupada con Snape.
—Eh... no. No lo creo —dijo tratando de no sonar grosera.
Luna asintió, sin inmutarse.
—Mi padre dice que a tu madre la molestaban mucho los torposoplos —dijo la muchacha. Su expresión ahora era pensativa —. Tal vez es hereditario...
No supo qué decir. No sabía demasiado sobre su madre, quien había muerto hacía más de una década. Lo único que recordaba de Alice Peverell era su bondadosa sonrisa y su dulce voz contándole historias antes de dormir. No tenía forma de saber si a su madre la incordiaban los torposoplos.
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Marcados I: Sangre antigua
FanficSeverus Snape, hombre frío y calculador, cuyo universo consiste en ir y venir entre mortífagos, sirviendo al Señor Oscuro, descubrirá que en la vida hay más que sólo ser un espía de Albus Dumbledore. Alguien irrumpirá en su vida, poniéndole las cosa...