Las cosas claras

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Nota de la autora: Me disculpo enormemente. No me había fijado que había puesto esta parte en el otro fic que estoy subiendo y hasta hoy me di cuenta. Pido disculpas nuevamente por el error. Un abrazo a todos :)

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Empujó a Draco con más fuerza de la necesaria dentro del despacho, haciendo que el muchacho trastabillara hasta dar de bruces contra el escritorio. El chico gruñó y se giró bruscamente, irguiéndose en toda su estatura, mirándolo con odio. Tenía los ojos rojos y brillantes.

—¿Qué mierda pasa contigo? —Preguntó Severus cerrando la puerta.

—Usted lo sabe ¿no? Es amigo de mi padre —el muchacho sorbió por la nariz. Su expresión era tan seria que parecía mayor de lo que era —. Sabe que ella se acuesta con él.

—Peverell no es amante de tu padre —dijo Severus con calma —¿De dónde sacas eso?

Cuando llegó al baño y vio a Draco sacudiendo a Peverell pensó que se había vuelto loco y que sus ojos lo engañaban. Pero un momento después se convenció de que efectivamente el muchacho parecía querer desbaratarla. Lo curioso del caso era que ella no parecía dispuesta a defenderse y permitía que el muchacho la zarandeara, como si de un trapo viejo se tratase. Así que, temiendo que ella estuviese en peligro, procuró alejar al muchacho y se adentró en sus pensamientos para saber qué demonios estaba ocurriendo. Para su total sorpresa, la mente de Draco gritaba que Jill Peverell estaba involucrada de forma romántica con su padre.

—Mi madre... ella le reclamaba en navidad —dijo Draco con una mueca de asco.

—¿Y mencionó a Peverell? —preguntó Severus.

¿Cómo se había enterado Narcisa? Se preguntó Severus. Hasta donde él sabía, Lucius había hecho de las suyas durante muchos años a espaldas de su esposa. Narcisa no era más que un adorno con el que Lucius disimulaba ante la sociedad su gusto por las niñas. De hecho, Narcisa no parecía ver más allá de su nariz en lo que respectaba al pederasta de mierda.

—Él lo hizo... —Draco apretó los puños —. Dijo que la amaba... que era suya... dijo su nombre.

Severus frunció el entrecejo, tratando de reprimir la creciente furia dentro de su pecho. ¿Cómo se atrevía semejante bastardo a decir que amaba a Jillian Peverell? Habría querido tenerlo en frente y abrirle la garganta de par en par. Librar al mundo de un ser tan miserable. Sin embargo, tal vez era una ventaja que Lucius hubiese desarrollado sentimientos por Jill, o de lo contrario ella estaría tan muerta como las demás niñas. Según las averiguaciones de Severus, Lucius Malfoy llevaba abusando niñas desde hacía al menos veinte años. Generalmente eran pequeñas muggles y nunca había sobrevivientes.

—Escucha, Draco... las cosas no son como tú crees —dijo Severus con calma, escogiendo muy bien sus palabras.

—¿Cómo son entonces? —preguntó Draco.

—Créeme cuando te digo que no quieres saber ciertas cosas.

—Quiero entender cómo... cómo ella pudo meterse entre mis padres.

Un nuevo ramalazo de rabia atravesó a Severus con las palabras de Draco. Odiaba la idea de que el chico pensara que Peverell se había involucrado con su padre por gusto propio. Apretó los puños y los relajó casi de inmediato, queriendo evitar que Draco le notase afectado por el asunto.

—Tu padre no es lo que crees, Draco —dijo Severus fríamente —. Lucius abusó de ella.

Draco palideció aún más, si era posible.

—ESO NO ES CIERTO —gritó Draco negando enfáticamente con la cabeza. Su rostro pálido reflejaba el horror que le producía la afirmación de Severus —. MI PADRE JAMÁS HARÍA ESO. USTED ESTÁ MINTIENDO.

Marcados I: Sangre antiguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora