Era difícil saber a ciencia cierta cuánto tiempo había pasado desde que Severus se atreviera a besar a la chica. Pudo ser un instante, como una eternidad, y no darse por enterado. Sólo supo que ella se pegó a él, poniendo sus brazos alrededor de su cuello, aumentando la intensidad del beso, casi con necesidad, tal como él mismo hiciera unas semanas atrás en el armario de la limpieza. Severus le correspondió de buena gana, abrazando su cintura, casi fundiéndola con su propio cuerpo.
Ella enterró las manos en su cabello y él se atrevió a abandonar sus labios y recorrer su cuello, dejando un camino de besos hasta llegar a su clavícula cubierta por un molesto suéter de lana, sacado seguramente de las agujas de tejer de Molly Weasley. No quiso detenerse a pensar en sus acciones y pasando sus manos bajo el suéter, tiró de él hacia arriba. Jill, obedientemente, levantó los brazos y le permitió sacar la prenda, quedando en una sencilla camiseta sin mangas que dejaba entrever el nacimiento de sus pechos.
Severus tragó saliva, embelesado con la figura de la muchacha. Él no era un hombre romántico, ni mucho menos cariñoso. De hecho, podría decirse que, al momento de tener encuentros íntimos, era más bien dominante. Disfrutaba teniendo el control y no solía ser delicado con sus parejas, que por lo general eran mujeres desconocidas de una sola noche, por no decir que de un solo rato. Sin embargo, no sabía muy bien cómo comportarse con Jill, así que titubeó un poco sobre qué hacer a continuación y ella pareció notarlo, porque en un rápido movimiento se despojó de la camiseta, quedándose totalmente desnuda de la cintura para arriba. Un corrientazo recorrió su espina dorsal ante la visión completa del torso de Jill, con sus nada despreciables pechos de rosados y erectos pezones. En ese momento, Severus dejó de ser el sensato profesor de pociones, para convertirse en un ser dominado por los instintos más bajos. Acortó la distancia que lo separaba de ella mientras se deshacía de su túnica y, tomándola nuevamente por la cintura, la besó como si su vida dependiera de ello.
En medio de la lucha por librarse de la ropa que les quedaba, fueron retrocediendo hasta dar con el escritorio. Jill dejó escapar una maldición por lo bajo cuando su cadera chocó contra el borde de madera, pero pareció no importarle, porque dejó que su mano derecha se deslizara hasta la entrepierna de Severus, acariciando su parte más sensible sobre la tela del pantalón. Él no pudo reprimir el ronco gemido que escapó de su garganta cuando la muchacha dio un ligero apretón.
—Jill...
—No se le ocurra pedirme que pare —dijo ella con voz amenazante.
Severus no dijo nada más. La sujetó por los muslos y la levantó, recostándola sobre la superficie del oscuro escritorio. De alguna manera ella se las arregló para enviar sus zapatos deportivos lejos, mientras él le desabrochaba los pantalones vaqueros, para después deslizarlos por sus piernas. Algo en el muslo izquierdo de la muchacha captó su atención, pero antes de que pudiera leer lo que allí había escrito, ella se sentó y lo atrajo hacia sí, distrayéndolo. Él se dejó distraer tomando sus pechos con las manos, maravillándose con la firme redondez.
Jill desabotonó su pantalón y con una habilidad de la que no la creyó capaz, introdujo su mano dentro de su ropa interior, apoderándose de su palpitante miembro. Severus dejó que un siseo escapara de sus labios cuando ella comenzó a acariciarlo de arriba abajo. Poco después apartó la mano de Jill de la tarea que tan bien estaba haciendo y se terminó de desvestir con premura, aceptando completamente que había perdido la batalla contra el buen juicio.
La hizo recostar de nuevo sobre la mesa y le retiró las bragas sin mucho miramiento. Se relamió los labios ante la húmeda y rosada carne que se expuso ante él cuando ella separó las piernas. Se atrevió a tocar su centro con el pulgar, moviéndolo en delicados círculos, arrancándole un gemido que se le asemejó al paraíso. Miró el rostro de la muchacha, quien en ese momento tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, como una seductora invitación a continuar. Reemplazó el pulgar por su miembro firme, deleitándose con la suavidad de aquella zona tan delicada.
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Marcados I: Sangre antigua
Fiksi PenggemarSeverus Snape, hombre frío y calculador, cuyo universo consiste en ir y venir entre mortífagos, sirviendo al Señor Oscuro, descubrirá que en la vida hay más que sólo ser un espía de Albus Dumbledore. Alguien irrumpirá en su vida, poniéndole las cosa...