Capítulo V

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Sus ojos destellaban, ardientes como una llama encendida. El escalofrío seguía recorriendo mi cuerpo sin ninguna intención de irse, sentía que si seguía sosteniéndome la mirada mi pecho estallaría. Traté de articular alguna oración, pero mi mente seguía presa en sus ojos, presa en sus brazos, presa en sus labios.

-Bakugo, por favor... -dije en tono suplicante. Mi voz temblaba.

-Hueles bien... –Pronunció suavemente contra mis labios. Sonaba tan inocente.

-Suéltame, por favor... -pedí nuevamente, apartando los ojos de él.

-No.

-Bakugo... -sollocé un poco, se me empezaba a aguar los ojos.

-Shhh... -Pasó su pulgar por mis temblorosos labios mientras me pedía guardar silencio delicadamente –No me pidas eso.

-¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho? –Pregunté. No podía más con esa interrogante.

-¿Qué cosa? –Dijo rosando su rostro levemente contra mis mejillas.

-¿Por qué me has besado?

-¿No puedo besarte? –se hacía el desentendido. Seguía abrazándose a mí.

-Responde, por favor –lo empujé levemente para verlo a los ojos. Guardó silencio.

-Quería besarte –dijo sosteniéndome la mirada.

Mi rostro ardió unos cuantos grados más. No podía decir nada, era la segunda confesión en lo que transcurría la noche ¿Es así como se siente cuando se te declaran? Lo seguía mirando aturdida, no podía reaccionar.

-Quita esa expresión, tonta –sonrió pellizcando una de mis mejillas. –Ven.

Tomó una de mis manos y me condujo hasta donde estaba el mirador, lo vi tomar una de las carpas que se encontraba junto al equipo de vigía, lo extendió y sentó en ella apoyando la espalda en la pared, alargó uno de sus brazos indicándome que me uniera a él. Permanecí en mi lugar.

-Ven, cara redonda –dijo con su sonrisa de autosuficiencia.

Me encontraba en un gran dilema, tenía a Bakugo esperando a que me sentara a su lado, pero... ¿Qué haría? Las declaraciones que había hecho hace unos instantes parecían ser sinceras, no lo veía como alguien con malas intenciones, o al menos eso pensaba. Pero por otro lado y para ser honesta, le tenía miedo de dos cosas. La primera, no sabía hasta dónde iba a llegar Bakugo con esto, su asecho, sus palabras, sus besos, no conocía sus verdaderas intenciones, y la segunda, sabía perfectamente que una vez que aceptara su invitación estaría atrapada en su posesivo encanto, y la idea comenzaba a gustarme.

Me senté a su lado. Permaneció en su posición por un momento, me había ordenado comer los sándwiches que me había traído, me observó en silencio mientras los comía, tenía la pierna flexionada, sobre ella había cruzado ambos brazos y en ellos tenía el mentón recargado, su mirada afilada me escrudiñaba con cada mordisco que daba al sándwich. Por fin los había acabado, agradecía que lo hubiera traído pues realmente sentía hambre.

-Gracias por la cena, Bakugo –dije mirándolo con una sonrisa sincera.

-Cállate –tenía el seño fruncido. ¿No podía ser amable?

-Deberías irte ya, es tarde... si Aizawa-sensei no te encuentra estarás en problemas –señalé suavemente.

-No me importa –su voz se había vuelto más grave –Ven –dijo al momento que extendía el brazo y la pasaba por mis hombros.

-Espera, Bakugo –pedí tratando de liberarme de su abrazo.

-Cállate y abrázame –demandó firmemente estirándome a su regazo.

Herida y BálsamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora