Capítulo VII

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Aún escuchaba el eco de mis palabras reproduciéndose en mi cabeza, acaba de darle el poder de hacer lo que quisiera, puesto que sabía que no podría detenerlo, de hecho, no quería que se detuviera, de una extraña forma no podía dejar de pensar en él ¿Acaso era tan fácil de conquistar? Sus demandantes besos seguían sin darme oportunidad siquiera de respirar, abrí los ojos un poco para observarlo, Bakugo se encontraba totalmente sumergido en alguna burbuja. Pude sentir como deslizaba ambas manos por mi pierna y mi espalda, el escalofrío me recorría fuertemente, la piel desnuda de mis piernas reaccionaban a su ardiente tacto, fue descendiendo un poco presionando con fuerza la piel en mi cintura y en mis muslos, haciendo una leve presión de sus piernas lo sentí abrirse paso entre las mías, jalándome de por debajo de los glúteos haciendo que por puro reflejo envolviera mis piernas a su cintura. Al sentirme totalmente expuesta, su presión contra el muro fue más fuerte, mordisqueaba pausadamente mis labios y exhalaba agitadamente, juntó nuestras frentes permitiendo que nos viéramos por unos segundos, afiancé mi agarre a su cuello.

-Bakugo... -lo llamé entre un suspiro y un jadeo.

No dijo ni una palabra, una de sus manos permaneció sujetando una de mis piernas, podía sentir toda la forma de su pelvis pegada a mi centro, su erección entre ambos era evidente y unas inmensas ganas de sentir más de él, se apoderaron de mí, necesitaba más de Bakugo, más aún cuando sentí la otra mano ascendiendo por debajo de la blusa que traía por piyama. Los vellos de ambos brazos se me erizaron totalmente al sentir sus férvidos dedos acariciando tortuosamente uno de mis pezones. No pude evitar temblar ante el caricia, sin pensarlo solté un leve gemido, una mezcla de dolor y placer ya que era la primera vez que me tocaban así. Haciendo uso de su pulgar siguió masajeando y por instinto arqueé la espalda a él, tirando mi cabeza para atrás, aprovechando ese momento lo sentí besar mi cuello, mordisqueando mi mandíbula. Algo en mí iba a estallar.

-Bakugo, espera –pedí aún con su boca en mi cuello. Mi rosto estaba de un fuerte color rojo.

-Qué... -su respiración se oía pesada. Sus ojos estaban entre cerrados y una ligera capa de sudor adornaba su frente. Lo besé tiernamente.

-Nos van a descubrir si seguimos así –mirándolo a los ojos.

-No me importa –dijo atacando mis labios otra vez, sus manos seguían un recorrido por mis muslos, tirándome a él.

-Aizawa-sensei podría pasar –dije entre besos.

Relajó su rostro un poco y acompasó su respiración, reforzando su agarre en mis piernas, me sostuvo firmemente de la cintura, sentí que mi espalda se despegaba de la pared y lo sentí caminando conmigo aferrada a su cintura.

-¿Qué haces? –Tuve que preguntar. Bakugo caminaba dentro de mi habitación.

-Te protejo –dijo presionando levemente sus labios en mis cachetes.

-¿De quién? –Lo sentí arrodillarse en mi cama, posándose cuidadosamente y dejándome acostada en ella, apoyó ambos brazos a mis costados.

-De mí –Su mirada estaba cargada de sentimientos. Acercó su rostro al mío y recibí sus besos con gusto –Te deseo como no tienes idea –dijo en un susurro, mi piel se me erizó ante eso.

Se levantó de encima, y volvió hacia los pasillos cerrando la puerta tras él. Yo permanecí allí, tumbada en mi cama con las manos sobre el pecho, mi corazón latía dolorosamente en mi pecho ¿Qué era ésta extraña sensación, totalmente nueva? Bakugo me hacía sentir de una manera inexplicable que no se compara en lo más mínimo a lo que sentía por Deku-kun. Podía ver el deseo plasmado en su mirada, la forma en cómo me besaba y las insinuantes caricias que me ha dado, y además de todo eso, también podía ver una pizca de preocupación, miedo quizás, sabía que no me lastimaría y sé que luchaba consigo mismo para abandonar mi habitación. Bakugo era el hombre de quien indiscutiblemente podría enamorarme.

Herida y BálsamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora