Capitulo 39

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HyukJae

No quería salir. No quería enfrentarme al mundo, no estaba listo.

Sin embargo el mundo nunca espera a que uno esté listo. El mundo sigue, y no se detiene por nada ni por nadie.

Abrí la puerta principal de casa y el sol me golpeó el rostro, cerré los ojos ante esto. Había pasado una semana desde la última vez que salí de allí.

Mí animo lo sabía, pero quién más lo sabía era mí cuerpo, que adelgazó por la falta de comida, el pantalon me quedaba grande, también sabía (aunque no me vi) que mí rostro era quién más delataba lo que sucedió esa semana.

Di unos pasos hasta llegar a mí auto, que no estaba lleno de tierra por la lluvia de días atrás.

Debía ir a la congregación. Teníamos reunión.

Debía ir y aguantar la presencia de Nae y de Richard.

Pero antes de eso, quería ver a DongHae.

Si me veía obligado a salir al mundo, a quien primero quería ver era a el.

Debía hablar, debía contarle lo sucedido, aunque sabía que rompería su corazón... Porque no quería mentiras con el.

Es por eso que me había levantado más temprano que de costumbre.

Aún faltaban 2 horas para la reunión.

Me adentré al auto y conduje.

Cómo día atrás, no hablaba con Yuri, por ello dejé una nota avisando que la pasaría a buscar en un rato para ir al salón.

Me sentía apenado, avergonzado y una mala persona hacía ella. Le había hecho daño, y aunque no tenía la culpa, yo me sentía culpable.

Si tan solo me hubiese percatado antes de quién era Nae o Richard, habría evitado lo que le hice.

No tenía cara para hablarle, para enfrentarme a ella. También sabía que ella no quería verme.

Escucharla llorar por las noches y por el día, me rompía a pedazos.

¿Podría curarla alguna vez?. Lo dudaba.

Sumergido en mis pensamientos, el tiempo paso rápido y ya había llegado a casa de DongHae.

Me quedé de pie frente de ella unos minutos.

Me sentía roto y cobarde, pero lo extrañaba y en mí corazón eso pesaba más que cualquier otra cosa.

Mordí mí labio y tome el pomo de la puerta, no iba a tocar el timbre porque el me lo prohibio.

El quería que sintiera que su casa era mi casa.

Pero estaba cerrada.

¿Estaba durmiendo?.

No tenía tiempo que perder, por lo que fui hasta el centro comunitario y a través de los arbustos, entré al patio trasero de la casa.

Me asomé a la ventana que daba a su habitación y la encontré vacía.

Tal vez había ido a la congregación.

Eso me aterró.

Regrese a mí auto y conduje hasta que encontré un teléfono público. Allí marqué su número.

Yo ya no tenía celular.

Daba apagado.

Marqué otra vez, quería decirle que no vaya a la congregación.

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