Capítulo 50

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ㅤㅤES UN HECHO, una verdad ya dicha, que Taehyung no tuvo una infancia feliz.

Su madre hizo todo lo posible por compensar cada lágrima derramada, sus terrores nocturnos y delicadas memorias, pero de una u otra forma todo tiene incidencia en el futuro. Y es que los seres humanos somos más frágiles de lo que nos gusta admitir, en especial los niños, y cada momento de nuestra vida eventualmente explicará una parte de quienes somos; molderará nuestros miedos y ambiciones, la manera en la que vemos la vida y afrontamos lo que nos ocurre.

Kim Heejin tenía diecisiete años y muchos sueños cuando conoció al padre de Taehyung. Él tenía veintitrés y una sonrisa encantadora que ocultaba un alcoholismo naciente y una personalidad repulsiva.

Ambos chocaron en una pequeña exposición de arte en Daegu, donde él y otros compañeros de universidad presentaban sus proyectos finales, y donde ella buscaba inspiración. Heejin estaba tan fascinada, perdida en sus propias divagaciones e imaginándose a sí misma en unos años en un lugar similar, que no se dio cuenta del cuerpo frente a ella hasta que se vio en el suelo, avergonzada y ya no tan contenta. Siempre fue de carácter reservado, muy tímida; no así él, que rápidamente la ayudó a pararse y, tras hallar en ella una belleza singular, pura, la invitó a tomar algo mientras le explicaba la temática de la exposición. Ella aceptó, y, tras un par de citas más, comenzaron a salir.

Sus padres, incluso sus amigas —antes de que perdiera el contacto con ellas—, le advirtieron sobre él, que no se dejara encantar tan fácil, que no parecía una buena persona. Pero ella estaba enamorada, o eso pensaba, y no hizo caso. Heejin quedó embarazada al año siguiente, a mediados de su primer año de universidad, y sus padres, que siempre fueron muy conservadores, la echaron de la casa y, además de tener que buscarse otro sitio, se vio obligada a dejar sus estudios. Estudiaba Artes.

El padre de Taehyung vivía en una pequeña pensión que pagaba con lo poco que ganaba vendiendo pinturas en ferias y haciendo comisiones cada tanto. No era un mal artista. Pintaba coloridos paisajes, irónicamente, y a veces hacía retratos, pero nada espectacular, como las esculturas de Heejin. Ella tenía mucho talento, un futuro prometedor. Él la envidiaba, y cuando supo que tuvo que dejar la universidad secretamente se alegró... Hasta que ella le pidió quedarse en su pensión porque no tenía a dónde más ir. Y porque estaba embarazada.

Aceptó a regañadientes, pero la noticia de que sería padre no la tomó bien. Fue la primera vez que le gritó, y ella no dijo nada porque, después de todo, aún la amaba. Se amaban, y él estaba enojado. Por supuesto que tenía el derecho de gritar. Tener un hijo era una gran responsabilidad, y ella no abortaría. Ya era demasiado tarde, aunque tampoco quería hacerlo. Era su bebé y de él (quizás más de ella), y unos gritos no eran nada. No tenían importancia.

La convivencia fue aceptable al comienzo. Él salía todo el día y ella se quedaba en la habitación, hasta que, ocultando su embarazo, Heejin decidió conseguir turnos en empleos de medio tiempo. Él seguía pintando y bebiendo, aunque bebía más de lo que pintaba; ella iba de aquí para allá, corriendo para no llegar tarde a sus múltiples trabajos, y con el aumento de ingresos pudieron alquilar un pequeño departamento de una pieza en un barrio no muy bonito.

Pero meses después Heejin no pudo ocultar por más tiempo el embarazo y tuvo que renunciar. Ya no podía caminar del cansancio, sus pies le dolían y se sentía mareada todo el tiempo. Cuando le contó, él empezó a beber incluso más. Entonces la comida empezó a faltar, las deudas se acumulaban y él se volvió más agresivo. Gritaba, golpeaba los muros y rompía botellas de cerveza vacías. Culpaba a Heejin de todo lo malo en su vida, aunque ella todavía pensaba que la amaba, aun si solo hallaba ánimos para seguir viviendo en su bebé, su hijo. En Taehyung.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora