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Ralph miraba por la ventana de la camioneta el paisaje, las hojas eran verdes, vibrantes de vida, los murmullos de los demás lycans llegaban hasta su vehículo el cual al pasar por la pequeña oblación fue despedido con sonrisas y aplausos por parte de los habitantes que estaban felices por la paz que ahora reinaba, Ralph sonrió con satisfacción al ver que la manada Guillén estaba en paz y prosperaba de la mano del joven Benjamín.

Estaba satisfecho de haber sido portador y testigo de buenas noticias en la manada de Guillén, lamentaba lo que el joven alfa había pasado, pero estaba orgulloso por como el muchacho había afrontado su proceso.

Mucha de la pronta recuperación del joven alfa se debía a la intervención de su pareja, Lucio Santillán a quien Ralph había llegado a conocer con los años, lo mismo que al alfa Carlos Montero, y los respetaba como a iguales, estos y sus parejas le temían y admiraban, pero también eran amables con él, las manadas estaban al nivel de los estándares de la manada Osorio, sino es que estaban más avanzados en inclusión e interacción por parte de los alfas hacia sus manadas.

El silencio que se extendió en el interior de la lujosa camioneta una vez que esta se alejó más solo demostraba lo tenso del estado de ánimo de Ralph.

A veces se sentía como un títere cumpliendo órdenes solamente, su criterio era valioso, se podría decir que él era quien hacía justicia, todo en base a las leyes de las manadas, sin trasgredir derechos, pues era en extremo cuidadoso de la justicia que impartía, pero era Adolfo Osorio quien daba el visto bueno para ejecutar alguna penalidad en las manadas, y Adolfo no gozaba del amor y cariño de los demás, era recibido por el título que pesaba en sus hombros, pero no por su carácter amable o llevadero.

Ralph había entrado muchas veces en conflicto con Adolfo, quien no conocía muchos de los usos y costumbres de las manadas aliadas, no era un alfa conocido por visitas sociales o por reforzar las interacciones sociales con las manadas aliadas, eso retrasaba muchas de las acciones que Ralph quería llevar a cabo en muchas de ellas, quería involucrarse como consejero de ellas, para lograr una unificación, pero a pesar de ser un graduado de la mejor universidad en derecho, su estado emocional le mostraba lo incompetente que podía ser Ralph, o lo inexperto que Adolfo le señalaba que era.

Su función como consejero consistía en revisar los dictámenes que su alfa emitía (siempre con su previo consejo) y vislumbrar que estos se llevasen a cabo dentro de las dos leyes, las civiles y las lycan, de no ser así, su trabajo era ofrecer un recurso legal satisfactorio para que la ley se cumpliera.

Hacía casi dos años desde que su padre había muerto de forma repentina, Ralph lo extrañaba cada día que pasaba, sobre todo cuando sentía que no podía soportar más el peso que cargaba. Coral, su madre trataba de sobrellevar la tristeza de no tener al amor de su vida, entonces a veces volcaba sobre su único hijo los cuidados sobreprotectores. Ralph lo comprendía y dejaba a su madre prodigarlo de cuidados.

Ralph ya vivía solo, en una bonita zona dentro de la manada, pero a pesar de ser un exitoso consejero alfa, a pesar de vivir en una lujosa zona, y de tener sus recursos por mérito propio, Ralph seguía siendo el mismo muchacho sencillo y afable que los pobladores tanto apreciaban.

Era tal el afecto de los lugareños, que muchas veces recurrían a él antes que al estricto alfa, también era constantemente invitado a partidos de futbol, recitales y hasta fiestas familiares de los miembros de las manadas, así era de estimado. Los niños y niñas le amaban y Ralph siempre se daba un minuto para platicar y hasta jugar con ellos, recordando cuando él mismo era pequeño y el alfa le trataba con una frialdad que paralizaba, así que con suma empatía Ralph jugaba con esos pequeños los cuales le amaban.

-Llegamos señor Luna, Ralph reaccionó al sentir que el vehículo se había detenido, de inmediato su semblante distraído y apesadumbrado cambió a uno amable, -gracias Antonio, el chofer asintió con la cabeza, sonriendo para su amable ejecutor, quien siempre le llamaba por su nombre y hasta le enviaba obsequios a su bebé, -por favor deja el vehículo en la cochera y en un rato lo llevas a mantenimiento.

Mi Querido LycanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora