Una imagen fugaz

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Ralph se sentó en su fino escritorio, y observó a Adolfo quien se sintió avasallado por algunas ideas que el joven rubio desconocía, pero su semblante hablaba por sí mismo.

Adolfo se levantó, de pronto a pesar de las caras prendas de vestir que usaba, se sentía desnudo frente a Ralph, y no de una manera erótica, por el contrario, era increíble lo avergonzado que se sentía, —creo tú mismo deberás descubrir si aquí hay algo que aún ames en este lugar, Ralph. Adolfo se retiró, en ese momento no estaba como para aclarar dudas, se sabía un pendejo y un cobarde.

—Haré las llamadas que me ha pedido y es un gusto que haya regresado licenciado, —créeme Estelita, que yo soy él más feliz de regresar y por cierto gracias por los panes que enviabas, la amable secretaria salió de la oficina sonriendo, su jefe siempre había sido el mejor, por eso estaba complacida de que estuviera de regreso.

Ralph se sentía intranquilo, sabía que recordar sería algo no agradable, pero debía de buscar eso que entendía estaba ahí.

Así que despacio, con temor se acercó hasta el fino librero. No sabía cómo, pero sus manos sí, se dirigieron a una repisa del librero que estaba despegada, nadie lo notaba, nadie sabía de ese lugar, pero ahí, ahí guarda un tesoro, su mano se movió jalándolo con cuidado y al sacarlo, vio una fotografía de Adolfo, el alfa parecía un poco más joven, la imagen daba a entender que el actual alfa no sabía de esa toma.

—Entonces sí éramos pareja, susurró Ralph al acercar la fotografía a sus labios, pero había un sentimiento que no encajaba, no sentía amor, sentía tristeza.

Adolfo por su parte trató de que su día sea como todos los días, por desgracia todos los días a partir del accidente, eran un motivo para cuestionarse sus acciones, sus decisiones y sus sentimientos, la diferencia estaba en que el objeto de su afecto se encontraba detrás de esa pared, enfrentado Dios sabía qué, en su mente.

Adolfo ahora se lamentaba no haberse dado la oportunidad de conocer a Ralph, pues siempre pensó que lo que el joven sentía, no era más que una fascinación por la posición de alfa que Adolfo ocupaba, tal como lo había hecho Jaime y muchos otros años atrás.

Al cabeza dura nunca se le ocurrió que Ralph lo amaba por ser Adolfo Osorio Blanco y nada más.

Adolfo en su defensa traía a cuestas, varías relaciones que solamente deseaban su posición, su dinero, o por increíble que parezca, su cuerpo.

No había conocido a quien le ame por ser él mismo y tampoco daba la oportunidad para ello.

Ahora se lamentaba su propia imbecilidad.

Un suave golpe le sacó de sus cavilaciones, —adelante, Ralph entraba con timidez hasta la oficina del alfa, —saldré al juzgado, he agendado una cita por uno de los casos y me esperan en una hora.

Adolfo observó a Ralph, este se notaba algo diferente, — ¿necesitas que yo o alguien más te lleve?, Ralph levantó su maletín y lo mostró al alfa, —no, puedo ir solo, —por favor llama si necesitas algo, Ralph asintió, sin más que decir y sintiéndose torpe, Ralph salió de ahí.

Adolfo por su parte pensaba en redoblar esfuerzos para conquistar a ese huidizo lycan.

Una sonrisa amarga cruzó su rostro, ahora él debía conquistar a un hombre que no lo recordaba, solamente él había sido borrado de todas las memorias de Ralph, sino que ahora era difícil ver esos ojos sin aquella emoción vibrante de admiración.

Ralph conducía hasta el juzgado, mientras sus pensamientos se diluían en la imagen de la fotografía guardada, no comprendía.

Si resultaba que Adolfo y él eran pareja, ¿por qué nadie le decía que aquello era así?, porqué la imagen parecía haber sido tomada de forma furtiva, como si Ralph se estuviera escondiendo para tener la foto.

Ralph sabía en su interior que no era pareja del lycan, por un momento se acercó tanto a la verdad, que como en un pozo, le dio miedo estar tan cerca de la orilla y caer, así que optó por alejarse.

Aquello solamente podía significar que Ralph estuvo enamorado en algún momento de Adolfo.

Pero su miedo a descubrir mas y un inoportuno dolor de cabeza mientras conducía le hicieron desistir de intentar pensar.

Los días pasaban, pero en la ecuación ahora se sumaba que Adolfo sorprendía a Ralph con flores, ramos poco masculinos, si es que tal cosa existía, galletas e invitaciones a comer.

Ralph se sentía contento, como una flor en espera de la lluvia.

—Hoy saldremos a patrullar Ralph, me gustaría que te unieras a nosotros.

Ralph recordó que le gustaba patrullar, recordaba que en voz baja entre las manadas lycan él era conocido como el ejecutor. Cambiar a su forma lycan era algo que disfrutaba, aunque en un principio le dolía la pierna por la recuperación de la fractura, pero el cambiar continuamente sólo ayudaba a que su movilidad mejorara a pesar de ser doloroso.

Ralph sonrió, —claro, me gustaría patrullar de nuevo, Adolfo tomó la mano de Ralph y la besó.

Tú en tu forma lycan, Adolfo suspiró emocionado, —es un espectáculo digno de ver. Ralph bajó la mirada, apenado, —gracias alfa, quisiera decir lo mismo, pero no le he visto en su forma lycan.

Adolfo frunció el ceño, a veces odiaba en serio no ser recordado, pero rápidamente se recompuso, —pues me verás y espero que te guste mi lycan, Ralph sonrió y Adolfo aprovechó para dar un suave beso.

—Eres muy apuesto, Ralph, Adolfo casi se mordió la lengua cuando a punto estuvo de decir que como no se había enamorado de él antes, pero decidió dejar que la maraña de confusión se hiciera más grande.

Ralph solo lo miraba con admiración.

— ¿Cómo era posible que el gran lobo blanco no tuviera ya a una pareja?, Ralph se sentía especialmente curioso por saber la respuesta.

Adolfo suspiró, en esa respuesta no mentiría, —soy un hombre de carácter muy difícil y desconfiado, parejas he tenido por montones, pero, o no son compatibles con mi estatus de alfa, pues se empiezan a poner celosos de mis obligaciones y de la manada, o solamente soy él trofeo de tipos o tipas que solo quieren acostarse con un alfa, o peor aún, mi dinero.

Ralph miró a Adolfo, el joven evitaba sentir lástima a pesar de reconocer que una vida así era muy triste.

Extendiendo su mano Ralph tocó la suya, —lamento que tengas una vida tan sola, pero no recuerdo a tío Ulrich hablándome de ti.

Adolfo soltó un pesado suspiro, una vez mas estaba siendo expuesto, que ni en un recuerdo existía para Ralph.

Mi Querido LycanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora