Retorno

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Las semanas pasaron y la presencia constante de Adolfo en su casa le confundía cada vez más.

No podía recordar un lapso de su vida, sabía que había algo que se le escapaba, como tampoco entendía qué interés podía tener el alfa en él, después de todo, Adolfo era un maduro hombre que sí bien Ralph creía que era atractivo, también lo considera viejo, demasiado mayor para su gusto.

A la vez que Ralph se sentía un poco halagado, también desconfiaba de quien no conocía.

No entendía porque eso era así con el alfa solamente.

Su madre parecía no tolerar a Adolfo, entonces eso lo volvía más precavido.

Las pocas veces que hizo el comentario a su madre y a su tío Ulrich, estos fingieron demencia.

De eso Ralph sí se pudo dar cuenta, pero sabía que con ese par debía llegar solito a sus conclusiones.

-Hola Ralph, la imponente presencia del lobo blanco se hizo sentir en su recámara.

-Buenas tardes Alfa, la sonrisa de lado en el rostro de Ralph era ganancia, era una migajita, no se notaba tan tenso como otros días y para Adolfo eso era una enorme victoria.

-Te he traído unas galletas, según mi padre son tus favoritas, Ralph sonrió y levantó la ceja, -gracias, precavidamente tomó el paquete de galletas de higo y las colocó en su mesita de noche.

- ¡Están calientitas!, exclamó complacido Ralph mientras aspiraba el azucarado aroma de mantequilla e higos.

Adolfo por un momento se permitió el sentirse poderoso. Pero era consciente de que era un momento nada más.

Ralph sacó dos galletas las cuales comió lentamente, el muchacho no era consciente de lo sensual que se veía comiendo galletas y para colmo, los malditos gemidos que hacía dejan a Adolfo duro como un martillo.

Tragando en seco, Adolfo observó como esa lengua sonrosada pasaba por los labios para recoger cualquier pedacito se galletas.

-Están deliciosa dijo feliz Ralph mientras asentaba la caja otra vez a un lado de su cama, Adolfo suspiró satisfecho, hoy su plan dio resultado, pero eso bien sabe que no es alguna garantía.

-Me ha venido a ver frecuentemente, Ralph observaba a Adolfo, ahora quería respuestas, y las quería saber por el alfa, su mirada era fría y determinada, no había más que cordialidad y eso era todo, Adolfo prestaba atención al joven, -pero mi madre no le tolera, ¿por qué?, Adolfo sintió que le habían dejado caer un edificio, ¿cómo le diría a ese hermoso hombre que fue él quien propició que el muchacho tome un vuelo no sin antes rechazarlo de manera vergonzosa?, Adolfo observaba a Ralph quien le mira esperando su respuesta, también Adolfo se empezaba a impacientar porque Ralph no lo recordaba y no veía avances en su conquista, porque eso era lo que estaba haciendo ahí, conquistar el amor de Ralph, empezar en un lienzo en blanco.

-Cierra los ojos Ralph, Ralph lo observaba con esa mirada desconfiada tan parecida a la de su madre, -por favor, suplicó Adolfo, Ralph obedeció. Adolfo observó a Ralph que ahora estaba desvalido, las rubias pestañas descansan en sus pómulos altos, sus delgados labios estaban apretados en una línea y su entrecejo estaba fruncido, Adolfo acercó sus labios a los de Ralph para sentir la calidez de su aliento, nunca un beso lo había puesto tan nervioso, o probablemente sí, pero tendría como doce años, así que ahora esa sensación de nervios era algo nuevo para él, los labios de su joven eran suaves, firmes y dulces, nunca esperó semejante sensación.

Ralph abrió de golpe los ojos y miraba, miraba a aquel hombre que ahora lo observaba como esperando algo.

Ralph frunció el ceño y se separó de manera abrupta, - ¿éramos pareja?, Adolfo hizo lo mejor que sabía, era huir sin dar explicaciones, -me tengo que ir, mañana tengo asuntos que resolver, pero vendré a verte pronto, Ralph sorprendido vio al alfa salir, y ahora no solo tenía dudas, sino que siente que ese beso lo anheló durante tanto tiempo. Pero ya sabía la dinámica agobiante y era la de no preguntar pues nadie le respondería.

- ¡Por fin hijo!, Ralph salió del consultorio del ortopedista en muletas.

-Señora, el amable médico saludó a Coral quien estaba feliz de ver a su hijo sin el yeso, -buenas tardes doctor, Coral aceptó la mano del médico mientras Ralph se sentó para escuchar al doctor que dio indicaciones a su madre.

-La fractura de Ralph está totalmente soldada, así que usará muletas una semana y deberá hacer sus ejercicios de fisioterapia, Coral sonreía radiante, -como el joven es un lycan, podrá hacer su cambio en unos días, a los mucho en cuatro días, en su forma animal podrá ejercitar el músculo, dolerá, el médico sonrió bonachonamente, -esto no es como las novelas que lee mi hija, llevará sus semanas, pero señor Luna, ha pasado lo peor.

Ralph suspiró satisfecho, ahora estaba listo para continuar.

Dos semanas después y sin noticias de su alfa, Ralph decidió que no debía posponer ya sus casos, los que pudo los llevó a buen final en su casa, pero otros requerían su presencia.

- ¿Estás seguro de estar listo?, Coral veía a su hijo tomar su maletín, listo para irse a trabajar, Ralph le dio un beso en la frente, -estoy seguro, el médico dijo que sería muy bueno que yo regrese a mi rutina así que eso haré, Coral siguió a su hijo, ella sabía que estar en el cubil alfa podría desencadenar recuerdos, -solo promete que me llamarás, Ralph debería sentirse abrumado por los cuidados de su madre, pero entendía que literalmente él era el todo de la mujer.

-Llamaré mamá, no temas, un suave beso fue depositado en la coronilla de Coral, esta impotente vio a su hijo irse.

Ralph manejó sin novedad hasta el cubil alfa mientras observaba el imponente edificio, recordó perfectamente cada detalle y hasta su lugar para estacionarse.

Saludo al guardia alfa que amable le dio un abrazo y Ralph lo llamó por su nombre, mientras este le colmaba de elogios y saludos.

Al entrar al pasillo caminó seguro, ya sabía a dónde dirigirse para su despacho, y también supo que un vago recuerdo quiso aparecer. Pero para variar este se escapó tan rápido, Ralph ya sabía lidiar con la frustración de no poder retener la imagen.

-Bienvenido Ralph, Adolfo se sentía como lo que era, un lobo al acecho, Ralph se sorprendió al ver al alfa esperándole en su despacho, recordó que el despacho del alfa estaba aun lado del de él, aunque seguía confundiendo a Ulrich con Adolfo.

-Gracias Alfa Osorio, Adolfo miró a Ralph, se notaba frustrado.

En el poco tiempo que llevaba conociendo al guapo hombre, se había dado cuenta que este se frustraba cuando no recordaba algo, su ceño fruncido y su mirada perdida le daban esos detalles.

- ¿Sucede algo?, preguntó lo mas casual que pudo Adolfo...

Ralph negó con la cabeza, su rubio cabello peinado en una prolija cola de caballo se meneo un poquito, -no se preocupe Alfa, estoy bien.

Adolfo no podía hacer más, así que asintió, -veo que recuerdas muy bien este lugar, dijo Adolfo, Ralph sonrió con nostalgia.

-Sé que para mí el cubil alfa es como un santuario, que me siento tranquilo aquí. Como si aquí estuviera algo que amo, Adolfo vio sonreír a Ralph, la sonrisa de este era cálida, -es extraño ¿verdad?, Adolfo suspiró, odiaba no ser recordado, y por un momento pensó que así podría ser su vida con la manada, ya que siempre había sido un pelmazo hijo de puta. Tantos años manteniendo su distancia, tantos años perdiéndose de afectos, de buenos momentos, del cariño, siendo un cobarde incapaz de manejar el rechazo, la traición, pero también privándose del amor, del respeto, no como lo había hecho Ralph a quien muchos lo querían.

Mi Querido LycanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora