Desearía estar muerto

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Adolfo se sintió poderoso en su forma de lycan, pues sabía que su imponente lobo blanco es una rareza, de reojo observaba que es seguido de cerca por un hermoso lobo con el pelaje color paja y blanco, Ralph.

Toda la guardia alfa parecía entender que por fin el alfa había puesto los ojos en Ralph, y de alguna manera se alegraban, pues el ejecutor era visto como la pareja no oficial de alfa antes del accidente, haciendo de mediador, entre el frío alfa y alguna persona necesitada.

Muchos hasta reconocían que el alfa ahora era más relajado y mucho más feliz de lo que alguna vez le habían visto.

Atrás estaba la imagen de hombre inaccesible.

Si bien el alfa siempre fue un hombre justo, también era bien sabido que no era muy cercano y sensible. Por eso los pobladores acudían a Ralph quien servía de intermediario.

Adolfo se deleitaba con la vista del imponente cuerpo de Ralph, delgado, rubio como el trigo, de músculos definidos, pero no exagerados.

Era normal después del cambio que el cuerpo humano y desnudo se exhibiera entre lycans, —deja de verme como si fueras a comerme, dijo Ralph juguetón mientras se vestía rápidamente para no mostrar su creciente erección, Adolfo sonrió como el viejo lobo colmilludo que era, —¿qué piensas de vernos hoy en mi casa?, el brillo de lujuria en ambos hombres era tan palpable como un muro, —espero tengas muchos condones, guiñó el ojo Ralph y meneando las caderas se retiró para el interior del cubil, dejando a Adolfo, como burro en primavera. Ahora descubría a un Ralph sexy, juguetón y seductor. Nada comparado con el muchacho acartonado, mojigato y sentimental que creyó conocer.

Estar con Ralph era como descubrir un país virgen, en donde todo era interesante, apacible, confuso y maravilloso.

Ahora solo era cosa de esperar para ver si ese país aguantaría los embates de los huracanes.

— ¿Saldrás?, Coral observó desde la sala como Ralph tomaba sus llaves.

El joven radiante miró a su madre, —iré a ver a Adolfo, Coral levantó la ceja, — ¿Adolfo?, Ralph vio la mueca que hizo su madre con el solo hecho de mencionar el nombre del alfa.

—Sí, a Adolfo, Ralph evitaba la mirada de su madre, se sentía como un mocoso engañando a su mamá para salir a follar.

—Solo ten cuidado Ralph. Adolfo no tiene algo bueno para ti.

Ralph quiso preguntar y saber, en verdad quiso, pero cuando estaba más necesitado de sexo que una monja, la razón no era precisamente algo que prevaleciera.

—Te quiero mamá y no me esperes despierta.

Adolfo revisó varias veces que la mesa estuviera puesta, que su aliento oliera bien, que condones y lubricantes estuvieran a mano.

El timbre sonó y para su sorpresa, el espécimen ahí parado se veía hermoso.

Nervioso y con una pizca de temor, pero todo él gritaba sexo.

Adolfo no pudo resistir el manjar que se le ofrecía y sin ceremonia alguna tomó a Ralph hasta tenerlo pegado a la pared, cerrando la puerta, acorraló a este y lo devoró con ansias.

El beso fue tan duro, que ambos saborearon su sangre.

Adolfo guió a Ralph mientras en el camino a la recámara, ambos iban perdiendo prenda por prenda, dejando un sexy camino que delataba lo que harían.

—Me esmere tanto en vestirme, dijo Ralph juguetón, Adolfo mordió la mandíbula de este mientras jugaba a las espadas con el pene de Ralph quien a su vez empujaba las caderas ansioso de mas contacto.

Mi Querido LycanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora