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"Un beso y un suéter blanco"

—Son para ti— en cuanto llegó a casa de sus padres y Mitsuki le abrió, le extendió el ramo de flores

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—Son para ti— en cuanto llegó a casa de sus padres y Mitsuki le abrió, le extendió el ramo de flores.

La mujer estaba sorprendida, su hijo nunca le había regalado nada fuera de su cumpleaños. Le sonrió y lo dejó pasar.

—¿Por qué este cambio de actitud? No tengo nada que darte a cambio Katsuki, de una vez te advierto.

Todos conocemos la típica actitud de hacer regalos o buenas acciones a nuestros padres para pedirles después algo, en el caso de Mitsuki estaba bromeando con eso para tratar de ver las intenciones de su primogénito.

—No pienso pedirte nada, solo quise darte algo. Eso es todo— al terminar de quitarse los zapatos dejó sus compras junto a ellos y pasó hasta la cocina.

La fémina seguía sorprendida por su respuesta pero no le desagradó para nada y ni se le ocurrió preguntar más.

—Apenas puse la olla a hervir tardara un momento, Masaru llegará tarde, solo seremos tu y yo.

—Bien— tomó asiento y esperó mientras jugaba con los palillos que estaban sobre la mesa. Pensando en lo que le dijo a ese pecoso.




Su mirada daba mucho que decir y más cuando su cara estaba más que roja. Le hacía parecer como una fresa.

—Yo...— estaba temblando, sus manos se abrazaban así mismas mientras jugaba con sus pulgares. Estaba demasiado nervioso.

—Vendré mañana para que me des tu respuesta— de su billetera, sacó más dinero de lo que le pidió y se lo entregó—quédate con el cambio.

Con eso salió sin mirar atrás.




Aún estaba en su memoria las pupilas del peliverde concentradas en los suyos mientras se sonrojaba. Vaya que si su madre hubiera estado presente, en ese momento, definitivamente hubiera chillado por lo tierno que se veía.

Sin darle más vueltas al asunto miró como Mitsuki dejó en medio de la mesa las flores ya puestas en agua en un recipiente demasiado colorido.

Ambos se encontraban sentados en un profundo silencio, sin embargo el cenizo fue el que empezó la conversación.

—¿Quién fue el primero en acercarse, tu o el viejo?—dijo sin mirarla mientras seguía jugando los los palillos.

—¿De que hablas Katsuki?—

—Cuando se conocieron, ¿de que otra mierda podría estar hablando?—

—Fui yo— aquella respuesta no lo sorprendió en absoluto, pero quería darse la oportunidad de pensar de qué tal vez fue Masaru el que había dado el primer paso.

—¿Por qué la pregunta Katsuki?—

—Por nada— indiferente fijó su mirada en la venta que tenía a lado.

Dulce como la Manzana (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora