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—No puede ser

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—No puede ser...—susurró, se talló los ojos asegurándose si lo que tenía ante él era una ilusión del alcohol o era real.

Sin embargo, si estaba pasando.

En cuanto vio que ese auto ya se estaba acercando a lo más próximo, corrió al armario y sacó un abrigo al azar, se lo puso en el camino de las escaleras hacia la planta baja. Sus hermanos estaban ya durmiendo, por ello no quiso gritarles y quizá hacerlos pararse para nada.

Luchó con la vista distorsionada que la bebida provocó en él, tratando de mantenerse lo más equilibrado posible. Checó la hora de su reloj y eran casi las diez de la noche.

Aún estando cerca el timbre había sonado primero antes de que abriera la puerta de golpe, su sorpresa cayó cuando vio a los padres de Katsuki.

La mujer  lloró en cuanto vio lo mal que se veía Izuku, fue en un instante que se abalanzó contra él y lo abrazó con mucho afecto. Tembló.

—Lo siento tanto cariño...—sollozó.

El pecoso estaba confundido.

—¿Disculpen qué...—la mujer lo tomo de las mejillas, girando su cara en todos los ángulos, revisándolo.

—Quisimos venir muchísimo antes, pero nos fue difícil hacerlo, perdónanos Izuku—la ceniza estaba derramando muchas lágrimas, cosa que empezó a querer contagiar al pecoso sino fuera por Masaru.

—Shoto realmente estuvo muy pendiente de nuestros movimientos y si veía algo sospechoso iba a acudir de inmediato, el plan era visitarlos después de los 5 días que se instalaron aquí. Pero no pudimos hacerlo, tuvimos que esperar a que llegara una fecha importante para poder venir y apenas hoy se presentó la oportunidad.

—Seguro te sentiste muy solo, al igual que los niños.

—Yo...—lo juraba, trató de ser fuerte y decir que estaba bien, pero como si el agua regresara a su cuerpo, comenzó a llorar desconsoladamente.

Mitsuki por instinto maternal lo abrazó nuevamente y acaricio los rizos verdes, dejando que las lágrimas de Izuku mojaran el suéter de la fémina. El castaño se les unió y envolvió a ambos, quienes lloraron intensamente juntos, por la calidez y seguridad del hombre.

En aquel momento Izuku soltó todo lo que resguardó en ese tiempo, para no afectar a Mahoro y Katsuma, podía decir que incluso las piernas querían flaquear ante el amoroso agarre de la pareja. Extrañó incasablemente a su madre, hacía tiempo anhelaba tener de vuelta esa figura maternal que lo consolaba en los momentos más difíciles. Aún sin conocer tan bien a los Bakugo, llegó a sentirse a gusto con su presencia, ambos eran tan amables con él que podría considerarlos como los padres que necesitaba tener de vuelta.

El aroma de Mitsuki eran de violetas, un olor tan reconfortante y Masaru usaba una colonia suave que no supo describir, brindaba comodidad.

Por parte de los adultos mayores estaban sumamente dolidos, la apariencia de  Izuku había opacado más de lo que pudieron imaginar. La separación de su hijo y su yerno fue un sufrimiento incalculable. Viendo al pecoso desaliñado, más delgado, con unas ojeras enormes y los labios tan secos, les daban una idea de como podría estarlo pasando Katsuki, no habían podido verlo desde la última vez que hablaron de la mudanza.

Dulce como la Manzana (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora