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Un vestido

Un vestido

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—Kacchan...

—Silencio, déjame dormir—Bakugo estaba abrazando por detrás su cintura mientras su nariz reposaba en el hueco entre su hombro y cuello.

—Pero Kacchan...hace calor, nos vas a hacer sudar—con un resoplido pateó el edredón haciéndolo caer en la alfombra debajo de la cama.

—Cállate o si no te haré sudar de otra forma—susurró mientras lamió una parte de su nuca.

De nuevo lucía como fresa. Katsuki había estado abrazándolo desde que se recostaron para dormir y no lo dejaba ir para nada, como una sanguijuela. Por parte del cenizo estaba fascinado por sentir contra su pecho el calor y los latidos del peliverde, era como una almohadilla térmica que podía envolver con sus brazos a gusto, pero a diferencia del objeto él era más cálido.
Le encantaba los sonidos del bombeo en el corazón de Izuku y deseaba que eso fuera lo último que escuchara antes de dormir todos los días.

Un recuerdo se asomó en su mente, había un detalle que no le había entregado aún, podía hacerlo mañana, pero considerando lo nervioso que estaba Deku quizás era buena idea dárselo ahora y relajarlo un poco.

—Deku...—sintió su corazón detenerse.

—¿Si?

—¿Recuerdas cuando dijiste que estaba lleno de malditas sorpresas?

—Si

—¿Podrías soportar una más ahorita?—las palpitaciones eran pesadas, no sabía cómo interpretar eso, lo primero que pensó fue que se trataría de algo "íntimo", chilló en sus adentros llamándose a sí mismo un pervertido, pero bueno no podía ser juzgado, Kaminari había contaminado su mente con tantos libros, películas y cómics sobre amor entre chicos, la mayoría "hacían el amor" constantemente como conejos en primavera.

Su cara se puso tan roja que cualquiera que pudiera verlo creería que podría sangrar. Su antiguo novio ni siquiera lo besaba en los labios así que por lo tanto iba a ser pésimo en relaciones sexuales.

—Si—él mismo se había dado cuenta de su tartamudeo, le dio más pena.

—Bien, espera aquí—en cuanto soltó su cuerpo para levantarse, Izuku sintió como la piel transpirada se ponía de gallina por la breve corriente de aire.

Cuando ya estaba el cenizo a cierta distancia, se levantó el también por naturaleza. Se sentó en la cama para esperar, notando que se dirigió a su oficina un alivio inundó su ser, no podía ser lo que hace un momento pensaba.

Su suspiro fue casi un susurro, una sonrisa adornó su rostro.

—Es un regalo Deku, así que no tienes el maldito derecho de rechazarlo—lanzó una pequeña caja envuelta hasta que llegara a los pies del pecoso. Este mismo lo tomó y con un brillo de curiosidad comenzó a quitar el papel.

Dulce como la Manzana (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora