𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 1 - 𝖙𝖍𝖊 𝖙𝖗𝖆𝖎𝖓 𝖆𝖈𝖈𝖎𝖉𝖊𝖓𝖙

657 77 129
                                        

Los ojos le pesaban como si estuvieran pegados y le costó un esfuerzo sobrehumano abrirlos. Ivy se llevó una mano al frente, tapando la luz que la golpeaba, y comenzó a sentirse mareada. En cuanto levantó la cabeza del suelo, la sed la invadió, como si no hubiera probado gota en años. ¿Cuánto tiempo llevaba dormida?

La desesperación por conseguir algo que beber era cada vez mayor. Pero no podía beber cualquier cosa, no saciaría su sed.

Necesitaba sangre.

Se llevó una mano a la garganta y se puso de pie con dificultad, trastabillando. No comprendía qué le pasaba. Sus recuerdos de las horas anteriores estaban borrosos y daban tumbos por su cabeza. Había una casa en un bosque. Había un cuerpo tirado en el suelo. Había...

Una risa se comenzó a escuchar por lo bajo, como si los susurros se burlaran de sus lagunas. Ivy miró en todas direcciones. Veía el paisaje moviéndose a alta velocidad por el cristal, sentía los traqueteos de un tren, pero no recordaba haberse subido. La risotada se hizo más clara y grave, como si una presencia se acercara a ella. Divisó dos puntos rojos entre la oscuridad que se había instaurado entre unas grandes cajas de mercancía. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y, mientras la figura de un hombre alto comenzaba a ser visible, su vista se nubló.

No solo eso, sino que sintió cómo iba perdiendo el control de su cuerpo en cuanto el olor de la sangre llegó a sus fosas nasales. Reconocía al hombre. Era el mismo que la había atacado. Ahora lo recordaba todo con claridad.

Pero la claridad desapareció cuando sus ojos se toparon con la pequeña niña al lado del hombre. Temblaba, pálida como si fuera a desmayarse en cualquier momento. Una expresión de horror plasmada en la cara como un grito mudo. Ivy sintió sus colmillos aumentando de tamaño en su boca, obligándole a abrirla, cuando vislumbró la herida sangrante en su hombro, manchando su túnica.

Lo último que vio antes de abalanzarse sobre la pequeña niña fue la sonrisa diabólica del hombre. Perdió por completo el control y no escuchó ni un solo grito cuando atacó su cuello en busca de saciar su sed.

Después se apartó. Observó con pánico el cuerpo de la niña sacudiendo las piernas antes de frenar en seco, para siempre. Se quedó tan quieta como un maniquí. Como el cuerpo que había encontrado en la casa, con la misma expresión de terror. La boca le sabía a metal y, cuando se llevó la manga a ella, esta acabó teñida de color carmesí. Ivy ahogó un grito y se arrastró hacia atrás, alejándose todo lo posible del cuerpo.

Pronto, un par de delgadas piernas bloquearon su vista. Cerró los ojos. Aquel hombre permaneció de pie durante unos segundos, antes de echar un pie hacia atrás y empujar fuera del tren las evidencias. Ivy temblaba, abrazándose las piernas. Debía de haber muerto y estaba en el infierno, por eso la obligaban a cometer actos atroces. Pero se sentía tan real que daba miedo. Podía notar su cabeza aplastándose en cuestión de segundos y haciéndose grande, como si fuera un globo hinchándose y desinflándose. Podía oler la sangre que se quedaba debajo de sus uñas al tratar de arrancársela de la cara.

—Bienvenida a tu nueva vida.

La voz raspada del hombre la sacó de su martirio. Hablaba con burla. Le hacía gracia la situación. Ivy sintió la furia aglomerarse en su interior. ¿Cómo se atrevía?

Se puso en pie. La cabeza dejaba de dolerle por momentos y su respiración ya no se entrecortaba. De pronto, nada le molestaba. Solo veía la pobre e indefensa niña y al hombre que la había obligado a hacerle daño. Su sed dejó de ser de sangre y se convirtió en venganza.

Así que se abalanzó sobre él, gritando, y lo tumbó en el suelo antes de que pudiera darse cuenta. No se paró a pensar en lo ágiles que eran sus movimientos cuando lo único que le importaba era hacerle daño. Quería desgarrarle como él había roto su vida. Forcejeó, arañó, le llegó a morder en algún momento. Y él no se quedaba atrás. La empujó contra el montón de cajas como si pesara menos que una pluma.

𝕸𝖆𝖌𝖓𝖎𝖋𝖎𝖈𝖊𝖓𝖙𝖑𝖞 𝕮𝖚𝖗𝖘𝖊𝖉 | Narcissa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora