Ivy Blestem:
Qué inocente y asustada parecías esa noche en aquella casa en medio de la nada. Eras tan frágil que podría haberte partido en dos de un solo golpe.
Aunque bueno, eso fue precisamente lo que hice. Al fin y al cabo, ese era mi trabajo aquella noche.
Pero yo no soy un monstruo ni una bestia que solo sigue sus impulsos o hace lo que se le ordena. Estoy de acuerdo con ese cuento de la supremacía de la sangre, aunque, entre nosotros, ambos sabemos que todos los tipos de sangre saben igual. La tuya era bastante metálica, si me lo preguntas. ¿Cómo dirías que sabía la sangre de esa niñita a la que le arrebataste la vida?
Ahora tenemos más de una cosa en común, Ivy Blestem. Ambos le hemos arrebatado la vida a un alma inocente, pero yo, al contrario que tú, le di una nueva vida a mi víctima. Te convertí en lo que eres hoy en día porque eso de matar a menores de edad no suele ir conmigo, a no ser que me vea obligado a hacerlo.
Ahora, ten esto muy claro: arrebatarle a un vampiro su joya más preciada tampoco va conmigo. Me quitaste algo que es mío y lo necesito de vuelta.
Conforme más tardes en devolvérmelo, más difícil te será seguir a salvo. Casi tan difícil como lo fue para ese par de desgraciados que cayeron bajo mis colmillos. ¿Te he dado problemas con los profesores de tu escuela? Vaya, ni que fuera mi intención.
Esto es sencillo: a mí no me cuesta arrebatar una vida por cada minuto que tardes en devolvérmelo. ¿Sabes lo sencillo que sería para mí colarme en la panadería de tus pobres y ancianos padres?
Ni que lo hubiera hecho ya.
Parecen buena gente. Sería una pena dejarte huérfana después de haberte matado ya una vez. Una cosa que tiene tu nueva vida es que tienes que ver a todos morir a tu alrededor, y si tus padres mueren, tú vivirás para siempre con la certeza de que lo hicieron por tu culpa.
Devuélveme mi collar.
Y ni se te ocurra desvelar mi identidad. Estás advertida, Blestem.
Que pases unas felices fiestas.
Ivy releía la carta tantas veces como podía, y todas ellas terminaba arrugándola y escondiéndola con miedo a que alguien la descubriera. Por una parte, aquel trozo de pergamino era la prueba fehaciente de que ella no era la culpable de los sangrientos asesinatos que estaban ocurriendo a su alrededor.
Bueno, al menos, no de dos de ellos.
Pero era la prueba de que, a pesar de que no fuera la ejecutora, Ivy era capaz de hacerlo. Pensar en los cadáveres desangrados de los dos alumnos la llenaba de tanta angustia como interés. Últimamente ni siquiera las pociones de sangre la saciaban. Necesitaba más.
Le pasaba desde la fiesta de Slughorn. Desde que se había imaginado a sí misma probando la sangre de Cissy. Había llegado a tal nivel de ansia que fantaseaba sin parar con beber de su sangre.
Y ya no sabía si quería estar con ella porque sentía algo muy superior a una simple fascinación o porque se moría de ganas de probar su sangre. Se le pasaba cuando se imaginaba lo mucho que le repugnaría saber que le habría hecho daño a alguien tan puro como Cissy. Era capaz de olvidarlo si se centraba tanto como podía en el hecho de que la había besado y todo había ido bien entre ellas.
Cuando no tenía que ser Narcissa Black, Cissy era una chica que no tenía miedo de lanzarse a los brazos de otra chica y hacer oídos sordos a los comentarios de los demás. Era tan descarada al hacer lo que sentía que no había tardado ni cinco minutos en besarla con ansias. Ivy pasaba las noches mirando el dosel de su cama y repitiendo aquella escena en su cabeza una y otra vez, como si fuera un sueño o como solía hacer cuando era más joven y era mortal y se imaginaba cosas que jamás habían ocurrido.
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𝕸𝖆𝖌𝖓𝖎𝖋𝖎𝖈𝖊𝖓𝖙𝖑𝖞 𝕮𝖚𝖗𝖘𝖊𝖉 | Narcissa Black
FanfictionIvy Blestem tenía aspiraciones de lo más mundanas una vez cumplidos los dieciocho: quería ser cineasta, pasarlo bien con sus amigos y tratar de pasar desapercibida en su último curso en Hogwarts después de que todos en Slytherin se enteraran de que...
