Normalmente, en Navidad, Slughorn organizaba una fiesta para el Club de las Eminencias. Todo aquel que perteneciera podía acudir con un acompañante, y tenían fama de ser prestigiosas por traer a magos y brujas importantes. Jugadores de quidditch, escritores, cantantes...
Pero aquel año, a mediados de diciembre las cuatro salas comunes amanecieron con un mensaje diferente en el tablero de anuncios.
Un baile.
No uno cualquiera, un baile de máscaras. Y no era exclusivo a los miembros del Club de las Eminencias; cualquier alumno de quinto, sexto y séptimo tenía la oportunidad de acudir. Ni el estatus de sangre ni la excelencia académica eran relevantes, lo que alivió a la gran mayoría de los estudiantes.
El ambiente en el castillo se transformó, por lo tanto, de una desesperación por los repentinos asesinatos y desapariciones, a uno animado y festivo. Sin embargo, nadie olvidaba estas desgracias. Los alumnos sospechaban, con razón, que eran la razón de que los profesores hubieran decidido darles una alegría, un incentivo para no marcharse.
Y es que, a pesar de sus muchos esfuerzos, no habían logrado dar con el responsable. Ivy juró no ser la culpable a todos los profesores que fueron necesarios, tomó Verisaterum para verificar sus palabras y les ayudó en todo lo que pudo a investigar. Pero ella tampoco sabía mucho, ni siquiera conocía el nombre del vampiro que la había mordido, mucho menos la razón.
—No creemos que Voldemort sea la razón por la cual están ocurriendo estos ataques —le confesó la profesora McGonagall.
Se encontraban en su despacho. Aunque Ivy no pertenecía a la casa de Gryffindor, se sentía mucho más cómoda hablando con McGonagall que con Slughorn sobre temas vampíricos. Su jefe de casa le caía bien, pero era, en pocas palabras, un aprovechado. Ivy temía que quisiera pasearla como a un perrito solo por ser una vampira. Ya le había ofrecido una plaza en su club, pero Ivy no había asistido a ninguna reunión.
—El objetivo de Voldemort siempre ha sido librarse de los hijos de muggles, pero la única que entra en esa categoría es Luna Drake, y con ella ya sabemos qué pasó. —Ivy asintió, avergonzada—. Davis y Turbado eran de sangre mestiza, y ninguna de sus familias lucha abiertamente contra Voldemort...
—¿Cree que el vampiro está actuando por su cuenta, entonces?
—Eso me temo, Blestem.
Pero a Ivy no le llegaron muchas novedades durante lo que restaba de año.
La evaluación cerró con los exámenes de fin de ciclo, mientras el gran baile se iba acercando. Cada mañana, las lechuzas traían túnicas de gala a los alumnos que asistirían, y podían escucharse exclamaciones de un lado a otro del Gran Comedor, alabando los vestidos de sus amigas. A Vanessa le llegó el suyo la última mañana de curso, un par de días antes del baile, y corrió a hacerse un hueco al lado de Ivy para explicarle con detalle con qué joyas y zapatos lo iba a combinar.
—¿Crees que será demasiado? —le preguntó, al cabo de una larga lista de collares de los cuales no podía escoger tan solo uno.
—Depende. ¿Te apetece respirar o es algo secundario para ti también?
—Ojalá no tener que hacerlo, me ahorraría tantos problemas. ¡Ahora me has recordado que tengo que respirar y ya no me sale automático!
Vanessa cogió una gran bocanada de aire y lo expulsó con lentitud, como si de verdad le costara un gran esfuerzo. Ivy soltó una carcajada por las ocurrencias de su mejor amiga.
—¿Tú tienes vestido ya? —le preguntó, entre aliento y aliento.
—Sí. Mis padres me lo enviaron ayer. Ha tardado en llegar porque se están quedando en Rumanía estas semanas, a visitar a la familia de mi padre, ya sabes...
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𝕸𝖆𝖌𝖓𝖎𝖋𝖎𝖈𝖊𝖓𝖙𝖑𝖞 𝕮𝖚𝖗𝖘𝖊𝖉 | Narcissa Black
Fiksi PenggemarIvy Blestem tenía aspiraciones de lo más mundanas una vez cumplidos los dieciocho: quería ser cineasta, pasarlo bien con sus amigos y tratar de pasar desapercibida en su último curso en Hogwarts después de que todos en Slytherin se enteraran de que...