ADRIÁN

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Martes, 9 de julio 8pm.

Por alguna perturbadora razón, todos seguimos en silencio. Hemos vuelto a ir al baño y aproveché que había un poco de jabón para dejar de apestar un poco. Durante el camino traté de ver las puertas o pasillos que podrían dirigirme a algún lugar por el que escapar, pero es inútil. Solo podía ver varios pasillos largos y sin puertas. Jamás pensé ver o estar en un lugar así excepto en las películas, pero estoy en él.

La merienda ha llegado. Si esto fuera una cárcel, no me importaría estar preso por el resto de mi vida si tuviera comida como esta.

Abro la tarrina que me entregan y distingo el pollo con los fideos sobre el que está. No pasan ni tres minutos y la tarrina está vacía.

—Al menos disfrútalo —dice Joel mientras sigue dando cucharadas a su comida. No había hablado en varias horas.

—No había comido algo así en tanto tiempo...

Siento la mirada de todos excepto Luis sobre mí. No quiero causar lástima, pero no puedo mentir acerca de lo que ocurre aquí.

—¿Hace cuánto te fuiste de tu país? —pregunta Misael. Siento miedo y tristeza cuando habla, porque luce más acabado y es el más joven de todos.

—Muchos meses, supongo que no importa ahora.

—Te invitaría a comer a mi casa —dice Joel—, pero el lunes estaré muerto.

—Si mi familia acepta y no morimos el domingo, te invitaré luego de todo este infierno.

Sonrío.

—Gracias, chicos —digo mientras dejo el envase en otro lugar—. No sé qué decir.

—Eres manco, no mudo —señala Joel—. Estos malditos nos pueden quitar todo, pero menos nuestra voz. Al menos a ustedes.

—No debí robar —me arrepiento con voz temblorosa—. Yo solo...

—Tú solo tenías hambre, ya lo sabemos —interrumpe Misael—. Yo solo necesitaba drogas. Pero por eso no dejamos de ser ladrones.

Una lágrima cae por mi mejilla. Tengo un nudo en la garganta.

—Mi familia debe estar decepcionada —digo.

—No eres solo un ladrón —replica Joel—. De todas las cosas buenas que un día hiciste no puedes ser recordado solo por la única vez que robaste y te mutilaron, creo que eres más que eso.

Reflexiono lo que acaba de decir.

—Puede ser.

—Tiene razón —corrobora Misael—. No sé qué diablos habrás hecho, pero al menos ten la esperanza de que te recordarán como alguien que un día hizo algo bueno.

Asiento.

—Cómete mi plato —dice Luis de repente—. Lo disfrutarás más que yo.

Sorprendido, no proceso del todo lo que ofrece.

—¿No tienes hambre?

No responde.

—Solo cómelo —dice al fin.

Gateo hasta su lugar y tomo la bandeja con las manos.

—Muchas gracias —susurro.

Él se voltea. Tiene los ojos nublados y toma un largo respiro.

—Come todo lo que puedas en el tiempo que tengas manos todavía.

Se da la vuelta otra vez.

No replico y vuelvo a comer.


No robarásWhere stories live. Discover now