JOEL

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Domingo 6 de julio - 17h00

—No fuiste al castigo, Joel.

Su vos ronca enciende la mecha de mi ira. Ni siquiera lo miro. Otro castigo más, como si aquello le importara una mierda a los que van a presenciarlo. El olor del cigarrillo se mezcla con el de la madera mojada. Con mi zapato doy dos toques al piso y trato de concentrarme en mi tarea.

—Te estoy hablando, niño —insiste. Clavo mis ojos en él con furia. Ni siquiera soporto estar en una misma habitación con esta rata.

—¿Y qué? —replico—. ¿Me van a castigar por no verlos?

—Puede ser.

—Que lo intenten.

—Te crees muy bravito, ¿cierto?

No respondo y tuerzo mi boca para reírme sutilmente.

—Tú deberías tener cuidado. —Lo observo de pies a cabeza. Su camiseta deshilachada en el cuello está manchada, seguro ha vomitado hoy. Ha bebido toda la noche y cree que estoy para soportar su comportamiento—. Quizá algún día castiguen a los borrachos que son parásitos donde viven.

Presa del odio, golpea la mesa con furia, pero ni siquiera me inmuto. Mi madre no está y él se convierte en un león con rabia pensando que soy una simple cebra en la sabana.

—Cuidado golpeas muy fuerte —digo para provocarlo. Lo vuelvo a mirar y la rabia que asoma en su expresión me divierte—. Las pocas casas que quedan estables podrían derrumbarse.

—Debes irte de esta casa, asquerosa rata mantenida —inquiere con cinismo. Su boca apesta a alcohol.

—No es tu casa, y nosotros no somos tu familia —intento recalcar la última parte.

—Tú me importas una bolsa de mierda, yo estoy con tu madre —se defiende.

—Asumo que te deshiciste de mi hermano muy fácil, ¿no es así? —replico levantándome de la mesa y apretando los puños. O me echo a llorar o lo estrello contra los vidrios que quedaron de la taza que quebré en la mañana—. No nos agradabas y cuando la golpeaste él fue el primero en defenderla, y pagó el precio. Pero yo soy más inteligente que él, así que en el momento que menos te lo esperes ya no vas a estar aquí.

—Deja de acusarme. —El odio fluye cada vez que pronuncia una palabra como si él fuera una víctima.

—¡Te acuso porque eres un maldito asesino! —exploto sin que me importe que los vecinos puedan escuchar. «No lo golpees, cariño». El espacio en el que nos encontramos parece oscurecerse y reducirse a nosotros. Doy un paso y él retrocede, pero sabe que no puedo destruirlo a puños.

—Tu hermano era un ladrón y debía pagar por eso —afirma casi saboreando sus palabras.

—Él no te robó nada, hijo de puta. Hiciste lo que hiciste y a pesar de eso te quedaste. Solo estoy yo, y créeme que no te vas a deshacer de mí. Mi madre podrá defenderte y amarte ciegamente, pero atrévete a hacernos algo y te juro que eres hombre muerto.

Cruzo la estancia y él se aparta cuando avanzo hacia la puerta. Me volteo una vez más y lo apunto con el dedo.

—No me he olvidado —sentencio—, y jamás lo haré. Me prometo en esta vida que no te irás hasta que pagues lo que nos hiciste, así tenga que dar mi vida en el intento. Estás advertido.

Antes de que pueda decir algo, me marcho con un enorme nudo en la garganta. Cierro la puerta de un solo golpe y maldigo en mi interior por tener que verlo todos los días. Mi madre no volvió del castigo. Ella conoce a la madre de uno de los castigados así que debe de estar apoyándola en este momento.

No robarásWhere stories live. Discover now