Martes, 9 de julio 10pm.
Cuando todos estamos listos para dormir, el hombre que odia a Luis entra a nuestra celda. Todos nos levantamos de un salto y en segundos estamos en posición defensiva. Si nos quiere hacer algo la tendrá difícil.
—Mírense, ridículos —se burla y todos nos relajamos un poco—. Hemos intentado contactar a vuestros familiares para que sepan su destino. Mañana vendrán algunos, si es que no se arrepienten en el último minuto para no ver la escoria en que se han convertido.
Todos resoplamos.
—Se evaluará vuestro caso y podría ser posible que se los deje libres, al menos a los que sabemos que pueden tener una oportunidad, los que no... —fija su mirada en mí—, ni se molesten en pedir piedad.
Escupo al suelo.
—Espero que me asesines rápido —replico.
Él entrecierra los ojos. Luego mira a Luis con una sonrisa y se va cerrando la puerta detrás de sí.
—Cuando salgamos de aquí voy a hacer que lo maten —dice Misael—. No sé cómo diablos, pero este maldito debe morir, porque no es un justiciero, sino un asesino y sádico que disfruta ver a las personas sufrir.
—No te molestes —interviene Luis—. No seas como él ni como la mierda de su hijo.
—Pero...
—Tiene razón —aseguro—, pero, si me hace sufrir y no me asesina rápido, por favor, cuando lo asesinen hazlo que sufra por todo lo que nos hará a nosotros.
Adrián está en una esquina observándonos, asustado. Tiene miedo de nuestro país. Nunca debió venir al suburbio, ya nadie lo hace y nadie le advirtió que, algunos que vienen aquí, a veces no regresan.
—Nos ha traumado estar aquí —dice de repente nuestro compañero extranjero—. Estamos podridos por dentro y pronto lo estaremos por fuera.
Está temblando. No lo culpo. Yo sé que voy a morir. ¿No me importa acaso? ¿No debería temblar todo el día o, como dijo aquel desgraciado, rogar por mi vida?
No sé qué será del cadáver del miserable de Ramiro, y si mi madre habrá asistido al velorio, pero tengo la seguridad de que es él quien no respira y no es mi madre quien podría no hacerlo. Ella está a salvo.
Su seguridad por mi vida.
¿Es un precio justo?

YOU ARE READING
No robarás
General Fiction«No robarás Son las palabras que más he escuchado en mi vida». En los suburbios de Guayaquil, una urbe devastada y desolada por los crímenes, los habitantes han hecho su propia justicia desde ha-ce varios años. No robes. No mates. Porque lo que ha...