LUIS

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Martes, 9 de julio. 9am

El cantar del grillo que nos acompaña es lo único que escucho. Levantarme sin problemas me dio un pequeño rayo de esperanza en estos dos días que han pasado. Creí que, después de la rebelión fallida de ayer, vendrían por la noche y acabarían conmigo.

«Voy a hacer que pases vergüenza antes de ser un manco». Su amenaza se repite una y otra vez en mi mente, tanto, que parece que me lo dicen varias personas en vez de solo él: Aarón, Carlos, mi madre...

Necesito un baño. De hecho, todos lo necesitamos. Llevo la misma pantaloneta de baloncesto con la que gané ese estúpido juego el domingo y no me he duchado desde aquella noche, lleno de sudor. Los demás también apestan, pero nos estamos acostumbrando al hedor. Hace una hora recibimos nuestro desayuno en silencio y nos permitieron ir al baño. No sé en qué parte del suburbio estamos, ni qué tan grande es el laberinto donde nos encontramos. Me cuesta recordar cuántas veces giré en diferentes direcciones y cuántos pasos di. ¿Realmente importa?

«No quiero ser un inválido toda mi vida», pienso mientras lágrimas corren por mis mejillas. ¿Qué se supone que haré durante el resto de la semana? ¿Así se habrá sentido mi padre? ¿Mi madre ya se habrá enterado? Sí, seguro que sí.

No soy un ladrón, y no tengo pruebas para demostrar lo contrario. Carlos debería estar buscando la forma de demostrar que me culparon de algo que no hice. Sé que al menos está pensando en una.

El grillo sigue cantando y la melodía me provoca dolor de cabeza. Joel y Adrián siguen durmiendo, y yo que estoy despierto apenas puedo moverme de lugar. Mi cuerpo entero es un templo de cortes, huesos rotos y esguinces con moretones en la piel.

Pero escuchar cómo uno de sus huesos crujía bajo el efecto de mi puño me dio la satisfacción que yo necesitaba. De haber tenido la oportunidad, ¿lo habría asesinado?

Es mejor dejar de pensar en eso.

El grillo está cerca de mí. Sonrío al verlo y me pregunto si él se encontrará en algún problema grave, como todos los demás en esta habitación.

Lo que sea que tenga ya no le afectará más. Con el mismo pie que lo pisé, lo empujo casi un metro lejos de mí.

No robarásWhere stories live. Discover now