𝟏𝟕

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Akira no era una persona muy religiosa, de hecho, pensaba que todo lo que tenga que ver con la religión era estúpido y algo irreal. Y si en el caso de que un Dios existiera, pensaría que es el ser más maligno de todos, ya que habían noches en la que seguía en la habitación de la casa de sus padres rezando para que todo ese sufrimiento desapareciera, pero nada, no pasaba absolutamente nada y tuvo que salir adelante por si misma, sin ningún Dios ayudándola. Pero, ahora que se encontraban a solo dos días de la redada que tenían que hacer para sacar a Shinichiro del club y matar a Kisaki y a su gente, la pelinegra se encontraba pidiéndole a un Dios inexistente que cuidara a sus seres queridos de todo lo que pudiera llegar a pasar.

Antes de que siguiera perdiéndose en el mar de sus pensamientos una voz la sacó de allí.

—Hey, el nos llama, ven.— dijo Hanma para luego salir de la habitación de Akira siendo seguido por ella.

Ambos llegaron a una habitación que Akira supuso era la oficina de Kisaki, sus sospechas se confirmaron cuando vio entrar al de lentes.

—Bien, seré breve, necesito que eliminen una amenaza, cuando tengan el trabajo hecho, les pagaré.— dijo Kisaki sentándose en un sillón mirando a la extraña pero asesina dupla.

—¿A quién?— preguntó Akira.

—Senji Hashimoto, un traidor.— respondió Kisaki.—Y los ellos pagan su traición con su miserable y asquerosa vida.

—Bien, nos iremos ahora.— dijo Hanma dispuesto a irse pero la voz de Kisaki volvió a sonar en el lugar.

—Está noche estará en una fiesta privada, te daré la ubicación, Shuji.— dijo Kisaki.

—Bien, entonces puedes adelantarte, Akira.—habló Hanma viendo a la pelinegra mientras está asentía antes de salir del lugar y subir a su habitación para arreglarse.

Cuando terminó de arreglarse salió hacia el recibidor donde vio que Hanma la esperaba con un traje absolutamente negro dándole la espalda.

El mayor se dio vuelta cuando escuchó las pisadas de unos tacones y cuando la vio pudo jurar que su mandíbula tocó el suelo. No era sorpresa para nadie que Akira poseía una belleza deslumbrante, pero para el toda esa belleza se multiplicaba cuando la pelinegra se vestía con vestidos pegados a su cuerpo.

—¿Alguna vez te han dicho que eres la mujer más perfecta que existe?—preguntó Hanma cuando la pelinegra llegó a su lado.

—Miles de veces y tú no serás el primero y tampoco el último en decirlo, pero, gracias.— respondió Akira con una sonrisa arrogante.

—Eres muy egocéntrica, ¿lo sabías?— dijo Hanma.

—Ya lo sé, vamos, sé hace tarde.—contestó Akira para salir de la casa y subirse a un vehículo, segundos después Hanma la siguió y también se subió al auto.

Unos pocos minutos fueron los que necesitaron para llegar al lugar donde habían varias personas.

—Maldición, esto está repleto de personas.—dijo Akira mientras miraba por la ventanilla.

—Es una fiesta, claro que está repleto de personas, Kira idiota.— le respondió Hanma dándole un pequeño golpe en la cabeza a la azabache para después bajarse del auto haciendo caso omiso a los reclamos de Akira.

Cuando la pelinegra se dignó a dejar de insultar a Shuji se dispuso a seguirlo hasta dentro, para luego sentarse en unos sillones que se encontraban dentro de la mansión.

—Búscalo bien, necesitamos matarlo lo antes posible.— dijo Hanma viendo a todas direcciones disimuladamente.

—Claro, pero... ¿por qué el apuro?— preguntó Akira mientras imitaba la acción del mayor.

𝐑𝐞𝐯𝐞𝐧𝐠𝐞 | 𝐁𝐚𝐣𝐢 𝐊𝐞𝐢𝐬𝐮𝐤𝐞. [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora