𝐄𝐩𝐢́𝐥𝐨𝐠𝐨.

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Diez años después.

Una pelirroja se encontraba volviendo de su trabajo de doctora, ¿quién pensaría que antes quitaba vidas y ahora las salvaba? Irónico, tal vez.

Al entrar a su casa, escuchó gritos y fue directamente allí, pero lo que encontró fue una escena bastante graciosa. En un extremo de la habitación se encontraba su esposo, con quien se había casado hace cinco años, y su pequeño hijo de cuatro años.

—¡Atsumu! ¡Devuélveme mi yakisoba ahora!—amenazaba el mayor a su hijo.

—¡Nunca!

—¿Se puede saber qué están haciendo en medio de la habitación con un plato con yakisoba?— ambos azabaches voltearon rápidamente para ver a la pelirroja.

—¡Mamá, papá me quiere quitar mi yakisoba.— acusó el pequeño pelinegro mientras señalaba a su padre.

—¡Mentiroso! ¡amor, me robó mi yakisoba, dile que me lo devuelva!—respondió Baji en tono de súplica.

—A veces creo que tengo tres hijos y no dos.—dijo Akira mientras seguía mirando a ambos azabache los cuales se miraron entre sí confundidos.

—¿Eh?—dijeron al unísono mientras dejaron caer sus cabezas a la derecha.

—Nada, son muy idiotas. Ven con mamá, cariño.—dijo Akira para ponerse de cuclillas y dejar sus abrazos abiertos a lo que su hijo solo corrió hacía ellos abrazándola y escondiendo su rostro en el cuello de su madre.—Tsumu, pídele disculpas a tu padre por robarle su yakisoba.

—Lo siento, papá...—murmuró el pequeño.

—Ya, no importa.—respondió Baji acariciando la cabeza de su pequeño hijo.—Hola, amor.—dijo para luego dejar un beso en los labios de su mujer.

—Hola, cariño, ¿a dónde está Osamu?—preguntó Akira viendo a su hijo y luego a Baji, los cuales se vieron con temor y tragaron seco.—Baji, ¿a dónde está mi hijo?

—En su habitación, durmiendo, claro, amor. Dame a Atsumu y ve a verlo tú misma, si quieres.— respondió Baji tomando a Atsumu en sus brazos.

Akira solo frunció su ceño y fue rápidamente a la habitación de su hijo, cuando abrió la puerta lo vio durmiendo, muy bien, pero cuando prendió la luz vio a su niño con dibujos en su rostro y "tonto" escrito en su frente. La pelirroja solo suspiró y dejó dormir a su hijo para luego bañarlo.

 Salió de la habitación y fue hasta donde había dejado a los azabaches que se veían con miedo.

—Keisuke, ¿qué le hiciste a mi pequeño Osamu?—preguntó cruzándose de brazos.

—¡Fue Atsumu!—respondió al instante.

—¡Atsumu aún no sabe escribir!—gritó Akira con el ceño fruncido.

—¡Lo sé, pero el empezó a escribirle el rostro, lo juro!—contestó Baji señalando a su hijo.

—Atsumu, ¿es cierto?—dijo Akira mientras miraba a su hijo.

—Mamá, yo quiero ser... ¿impostor?—dijo no tan seguro Atsumu mirando a su padre quien se golpeó en la frente.

—Era pintor, idiota.—lo regañó Baji.

—Los mataré.—dijo Akira para acercarse a ellos.

—Dios, ilumíname o elimíname.—murmuró el azabache.

—Dios no te salvará, Keisuke.—respondió Akira, mientras se acercaba su esposo.

—Atsumu.—llamó el azabache viendo a su hijo.

—¿Qué, papá?—preguntó el niño con una sonrisa.

—Corre.—dijo antes de echarse a correr.

—¡No huyas, Keisuke!—dijo Akira para salir a perseguirlo pero una voz adormilada sonó en el lugar.

—¿Mamá?—dijo Osamu haciendo acto de presencia mientras se tallaba uno de sus ojos con su mano y para Akira fue lo suficiente adorable para que su enojo se esfumara y diera paso a la ternura.

—Osamu pequeño, ven con mamá. Te limpiaré el rostro.— dijo Akira dejando besos en el rostro de su hijo.—Escucha, pequeño, ¿quieres un cola cao?—preguntó Akira a lo que su hijo asintió para luego esconderse en el cuello de su madre.

—¡Yo también quiero, mamá!—dijo Atsumu llegando a su lado, Akira alzó a su otro hijo con su otro brazo para así tener a ambos niños.

—Yo también quiero el cariño de mamá.—dijo Baji acercándose a ellos y abrazar a su esposa por detrás.

—Tu tienes el yakisoba.—dijo Akira.

—¡Amor!—se lamentó Baji lo cual hizo reír con dulzura a sus hijos y a ella.

Y fue en ese momentos en los que el pensó que si le preguntaran cual es su sonido favorito en el mundo, diría que la risa de el amor de su vida junto a la de sus hijos.

Baji se quedó pensando en lo feliz que había sido en los últimos años y sonrió para si mismo, para luego acercarse a la cocina donde estaban sus gemelos sentados mientras tomaban su cola cao, y Akira un café. La pelirroja al ver que el azabache entró con una mirada extraña, se confundió y dejó caer su cabeza a la izquierda, un gesto sumamente tierno, según palabras de Baji.

—¿Qué sucede, Kei?—preguntó Akira lo bastante bajo para que los gemelos no escucharan su conversación.

—Nada, cariño, es sólo que...—vio a sus hijos hablar y reír, luego a Akira.—Es solo qué me has hecho el hombre más feliz del mundo, gracias Kira, te amo.—finalizó Baji para luego besar con dulzura a su esposa.

—Yo también te amo, Kei.—respondió Akira con una sonrisa.


La luz que me guió fuiste tu, y quien me animó a correr. Antes de darme cuenta, nuestros caminos se empezaron a unir. Mira, es ahora, en este lugar si podremos brillar.

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𝐑𝐞𝐯𝐞𝐧𝐠𝐞 | 𝐁𝐚𝐣𝐢 𝐊𝐞𝐢𝐬𝐮𝐤𝐞. [Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora