Una Idea Continuación del Último Capítulo del Anime Candy Candy

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HASTA HOY SUPE DE TI

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HASTA HOY SUPE DE TI

by

LADY GRAHAM

. . .

Con todos los nervios del mundo encima, Candy White Andrew, también impaciente, aguardaba por Albert sentada en el centro de un elegante y enorme sofá de la mansión en Chicago de su familia adoptiva.

Después de aquella negativa que le pusiera fin al pretendido compromiso con Neil Legan, —mientras que éste y su familia viajaba a Florida para establecerse temporalmente ahí—, con la autorización de su guapo amigo protector, Candy fue a pasarse unos días a su entrañable y amado hogar.

Estando ahí, su sorpresa iba a ser mayúscula cuando en una tarde que atendía los tendederos y doblaba las prendas lavadas, fue visitaba por sus queridas amistades Albert, Archie y Anie; compartiéndole inmediatamente el menor de los Andrew el motivo de haber ido hasta allá.

— Me imagino que se debe a tu gusto por verme — la pecosa bromeó.

— Eso siempre, gatita, pero no.

— ¿No? — inquirió la rubia enfermera dejando su actividad para posar sus ojos en el rubio mayor e indagarle: — ¿entonces?

— Lamento no poder cumplir mi palabra de que estés aquí hasta cuando tú decidas que hacer, pequeña

— Porque resulta que la tía abuela Elroy nos ha mandado por ti

— ¡¿Qué?! — exclamó Candy con verdadero susto; uno con suma gracia que hasta lo que sostenía fue recibido por el verde césped.

— ¿No te lo dije, tío? ¡La idea le encantaría!

Sarcasmo puro hubo salido del joven Cornwell del que demandaban:

— ¡Archie, ¿de qué hablas?!

— De lo emocionada — para no decir pálida, — que estás por volver a casa

— Pero... Albert.

Los ojos volvieron a él en la espera de una respuesta que aunque era para nada mala, sino todo lo contrario...

— Verás, Candy...

Para interrumpirlo, ella raudamente sentenciaba:

— No puedo irme.

Candy fingió de pronto prisa. No obstante, la detuvieron.

— ¿Por qué no? — indagó Archie

— Porque...

A pesar de los segundos que le dieron para contestar, Candy no halló la excusa perfecta; pero sí la siguiente cuestión:

— ¿Por qué?

— Está muy cambiada, Candy, y quiere verte — lo aportó la siempre tímida Annie; en cambio, su novio...

— Le sugerimos venir hasta aquí, pero... sus achaques no se lo permitieron

— Mejor dile que fuiste tú

— ¡¿Yo?!

La inocencia se hizo del joven Cornwell, el cual junto al resto, oían de Albert:

— Desanimándola al decirle que Candy le devolvería todas y cada una de sus groserías hechas.

— ¿Y no?

— Vamos, Archie. Todos aquí sabemos que Candy no es de ese tipo.

— Por supuesto que no, pero un poquito de castigo por como se portó con ella no le iba a caer nada mal a la tía abuela.

Ésta, informada por su sobrino de lo hecho por él en su trance de amnesia, la matriarca muy arrepentida comenzó a portarse. ¡Tanto! que la partida de los Legan, y ahora su ausencia, le estaba tomando la menor de las importancias. Entonces...

— Albert, ¿cómo podré compensarla? — lo cuestionó un día que sólo cenaban tía y sobrino.

— Devolviéndole lo que bien, tú sabes, le pertenece: un lugar en nuestra familia y su cariño por la enfermería.

— Pero...

La dama limpió las comisuras de sus labios para continuar diciendo:

— ¿Qué dirán en nuestra sociedad?

— Que más grande corazón y bondad no podían esperar de Emilia Elroy

— Hijo, tú bien sabes que...

— ... siempre hay un momento para cambiar; y yo... para serte honesto sería muy feliz que tú te dieras la oportunidad de conocerla. De tratarla y darte cuenta que no es muy difícil... amarla.

— Tú... ¿lo haces?

— ¿A...? — Albert se quedó estático y mirándola fijamente, — ¿qué te refieres?

La sonrisa que en el rostro de Elroy se dibujara, fue toda la contestación. Y el silencio que imperó entre los dos fue suficiente para dar por terminado "ese" tema, porque el inicial se retomó al decir:

— Me gustaría verla

— ¡¿Lo estás diciendo en serio?! — gritó Archie cuando hubo sido enterado, más tarde, por su tío.

— Por favor, Archie, baja la voz —, ya que en toda la casa hubo hecho eco.

— Es que... no lo puedo creer. Y no es porque no te crea a ti, Albert, pero...

... fue todo lo que se dijo para echarse a correr en busca de la tía; familiar que sería acribillada con pasados y recientes reproches, y... en fin.

La sensatez de Albert venció; y de ahí, que ahí estuvieran frente a ella, frente a Candy, quien también pecaba de incredulidad, siendo ayudada por su hermana de crianza la que le diría:

— Cuando Archie me avisó que vendríamos a verte, me alisté. También, para ir a reunirme con ellos y escuchar de la señora Elroy sus disculpas. Y debo admitir que la noté y sentí sincera —, exactamente como la mano que Annie estiró para su amiga y ésta la aceptó.

— Ha prometido ser condescendiente, a cambio de que mantengamos limpio el apellido de los Andrew.

— Lo que significa...

— Archie, por favor

— Está bien, Albert — dijo Candy acariciando la mano amiga que sostenía. — Vayamos, entonces

... encontrándose ojos verdes con azules; y los marrones con los claros de Albert quien fuera el encargado de ir a hablar con la señorita Pony y la hermana María, y agradecerles de paso todo lo hecho y dado a su hija adoptiva ¿que la habíamos dejado? ¡Ah sí! en la sala y esperando.

Igual estado en el que se encontraba él. ¿Quién? pues nada menos que Terrence Graham, allá en la ciudad de Nueva York y en la mesa de una cafetería.

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