Capítulo 5 parte B

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El beso para él no había significado mucho, ya que junto a su furiosa reacción hubo venido la interrogante que pudo haber encerrado otro tipo de consternación y no la de su persona. En cambio, Candy se la afirmaría al confesarle:

— No tengo a nadie.

— ¿Y eso? — indagó un seco Terry el cual por dentro el corazón, incontrolable, le había brincado.

— Será, porque... el único que se ha atrevido a pedirme matrimonio... ha sido Neil

— ¡¡¿Quién?!! — exclamó un sorprendido hombre. Y la rubia...

— Neil.

— ¡Estás bromeando! — sí, porque él no lo creía; y por lo mismo seguía sonriendo. Y Candy...

— No, para nada. Pero, Albert no lo permitió

— Eso sí... no me sorprendería

— ¿Por qué lo dices?

— Porque... tenía la fija idea de que te casarías con él

— ¡¿Con quién?! — expresó ella con cara de susto.

— Con nuestro amigo Albert

— ¡¿Ahora el que bromea eres tú?! —, junto a eso, un golpe se dio en el hombro más próximo.

— ¿Por qué? Ambos tenían el camino libre. Así que... ¿por qué no hacerlo? Además... estando viviendo juntos...

— ¡Oye! — Candy lo empujó ésta vez. — Ésta es la segunda vez que lo mencionas; y no me gusta el modo que empleas.

— Bueno, Candy, será, porque Albert es un hombre bien parecido, soltero... ahora con dinero

— Sí, pero resulta que para mí: es un buen amigo ¡el mejor de ellos, ¿eh?!

— Está bien. Discúlpame si te ofendí —, Terry levantó las manos en señal de rendición. — Sin embargo... el día que te cases, ¿lo seguirá siendo?

— Pues hasta el día que me case, ¡te lo diré!

Y debido a que Candy había puesto una cara molesta, Terry extendía:

— Está bien, pecosa.

— ¡No me llames así, mocoso engreído!

— Está bien, señorita... Candice... White... Andrew

Lo mencionó Terry muy cerca de la cara de ella, que puso su mano en el rostro de él y lo empujó, pero riéndose de su mofa y calificándolo ahora de:

— ¡Eres insufrible! ¿Cómo es que...?

El dedo que apuntaba hacia cierta dirección lo hicieron nombrar a:

— ¿Irinushka?

— Sí, ¿te soporta?

— Dirás, ¿cómo es que la soporto yo?

— ¡Hasta eso! — expresó Candy.

— Hasta eso, tienes razón, cuando ha resultado ser una gran amiga

— Y...

Candy devolvería su sentencia arrastrando un poquito de celo:

— Cuando te cases, ¿lo seguirá siendo?

Por supuesto, Terry no se dejaría vencer; y por lo tanto y el mismo modo que ella usó, le diría:

— Hasta que me case, ¡te lo diré!

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora