Capítulo 1 parte A

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ALGUNOS

AÑOS

DESPUÉS

. . .

Con la sonrisa de siempre, pero que la hacía lucir muy bella, la mujercita que ya era Candy White Andrew, —entre un grupo de compañeras de trabajo—, salía de un comedor.

Un doctor de gafas y de una apariencia muy idéntica al querido y desaparecido Stear, venía detrás de ellas; y él era el causante de que todas volvieran a soltar una fuerte carcajada.

También era el favorito de ella, de Candy, quien lo consideraba otro de sus mejores amigos. Los demás se encontraban: uno en sus constantes viajes de negocios; el segundo, un futuro papá que se quedaba al frente del consorcio Andrew en lo que el patriarca salía.

Quien entraba y se veía apurado por el pasillo que se transitaba, llamó la atención del grupo aquel.

Una singular señal fue suficiente para alertar al contingente blanco que ¡presto! corrió al encuentro de su colega que informaba:

— Tenemos tres emergencias

— ¿Qué son? — preguntó uno, acelerando todos sus pasos.

— Dos partos y un trabajador que ha caído de uno de los edificios que están en construcción sobre esta misma avenida.

El doctor a cargo inmediatamente dirigía:

— Lilian y Ruth, vayan adonde el doctor Truman. Candy y las demás, —en este caso tres— vengan conmigo —, viéndose rápidamente en los diferentes caminos que se tomaron.

El que ella llevaba, ella misma ignoraba lo que encontraría en el pasillo que los conducía a los quirófanos, sobretodo al decírsele a alguien...

— No se preocupe, señor. La señora pronto estará en buenas manos — ya que, el doctor y séquito se acercaban.

Y porque sí y porque su persona era demasiado atractiva, al reconocerse se pronunciaba:

— ¿Candy?

Ella, abruptamente se detuvo. Esa voz parecía conocerla; y por el latido acelerado de su corazón, la rubia enfermera giró la cabeza hacia el origen del llamado.

— Candy, eres tú — lo afirmaron.

— Terry — ella lo nombró.

Y esa felicidad que siente por alguien que hace mucho tiempo no se ve, la pecosa no escondió y fue a su lado para decirle entusiasmadamente:

— ¡Cuánto tiempo sin verte!

— En efecto; hace mucho

— Pero... ¿qué haces aquí?

La enfermera lo preguntó de la manera más relajada; y él no distó mucho.

— Bueno... Susana

— ¡Es verdad!

La mención de aquella mujer fue como despertarla del largo letargo en que había vivido.

— Sí — dijo Terry en un tono muy apagado; y mayormente, al escuchar:

— ¿Está bien?

— Sí, por supuesto. Bueno, ha entrado a...

Y por el dedo índice que apuntaba una dirección...

— ¿Vas a ser papá? — Candy lo cuestionó.

Terry, al oír que la enfermera era llamada, se atrevía a pedir:

— Cuidarás de ellos, ¿cierto?

— Por supuesto que sí — dijo ella sin desvanecer en lo más mínimo su sonrisa.

Y esa confianza por la rubia dada, consiguió que el castaño también sonriera, sosteniendo su gesto hasta que...

— ¿Es ella... el amor de tu vida?

Detrás de su oído, una queda y extranjera voz lo había preguntado.

Y porque ojos fieros lo observaban, Terry no contestó; únicamente se giró a su interlocutora para mirarla con complicidad. 

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora