Capítulo 3 parte A

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Después de haber mirado a la izquierda y a la derecha, retrocediendo un paso, se dispusieron a cerrar cuidadosamente la puerta.

Los ocupantes de esa habitación, en su angosta cama, uno en brazos del otro dormían.

Debido a una leve y fresca brisa que se sintiera, quien cerrara se condujo a una silla donde reposaba un chal. Prenda de vestir que se dejaría en segundo plano al haberse escuchado un pequeño estornudo.

Esto ocasionó que un par de ojos se abrieran sobresaltados; y una queda voz dijera:

— No hay por qué asustarse.

La cálida y elegante cobija que arropaba al nuevo ser se acomodó sobre de éste.

— ¿Ya es tarde? — se oyó de una adormitada y a la vez cansada voz.

— Ya hace un par de horas que oscureció — respondieron quitando de unos brazos lo que se sostenía.

Yéndolo a poner a un próximo cunero, ahí se volvió a arropar, escuchándose en la habitación:

— ¿No es acaso hermoso?

— Mucho — se dijo, mirando y acariciando un dorso la mejilla del recién nacido.

— Voy a llamarlo como su padre

— Ajá — se expresó escuetamente; y debido a eso, se indagaba:

— ¿Pasa algo, mamá?

Quien lo cuestionara, sobre su almohada fue a poner la mejilla izquierda para observar fijamente a la interlocutora la cual respondía:

— Nada

— Sin embargo, puedo decir que sí. ¿Qué es?

Una mano se extendió a otra, que antes de corresponder al gesto, miraría una vez más a la criatura:

— Corriste mucho riesgo haciendo esto.

— Lo sé. Pero, tú muchas veces fuiste testigo de lo dicho por los doctores. ¡Y mírame! — se hubo exclamado con vital energía. — Estoy perfectamente bien. Así que...

Susana hizo el esfuerzo por enderezarse un poco y su mamá se apresuró a auxiliarla.

Hecho así, madre e hija sostuvieron miradas; y a la que mostraba felicidad se le decía:

— Me da mucho gusto que no sólo te hayas casado, sino... realizado como mujer.

— Sí; y todo gracias a él, que por cierto... ¿ya lo sabe?

— Sí, por supuesto.

— ¡Qué bien! Aunque... no le habrá gustado saber que me adelanté a sus planes.

Dicho eso, una leve risita se escuchó. Y de la seria mujer se oiría:

— Como tampoco los que nos vino a echar a perder

— Mamá, por favor. Ya déjalo ir.

— ¿Tú lo has hecho realmente?

— ¿Bastará con decirte una vez más que me enamoré?

— Eso dices tú

— Lo digo porque lo siento

— Entonces ¿Terrence? ¿tu inútil sacrificio?

— No lo fue del tanto. Hoy, él vive

— Sí, para hacer su reverenda gana

— ¿Y qué esperabas? Es hombre. Es libre; y puede hacer con su vida, lo que más le plazca.

— Susana, de verdad —, un entrecejo se frunció; — desde un tiempo atrás, no vengo entendiendo tu proceder. Decías estar locamente enamorada de él. De hecho... sacrificaste ¡todo! para que hoy...

— Me quiere; y eso es un gran logro. Ese tiempo atrás que tú mencionabas, de haber seguido en el camino que lo llevaba, este cariño que hay entre nosotros se hubiera convertido en odio.

— ¿Por la muchachita aquella?

Una cabeza hizo sí. Y de la boca de la convaleciente saldría:

— Fui responsable de su separación.

— Y ya que tan dispuesta estabas, ¿por qué no lo instaste a regresar con ella?

— Porque no soy dueña de su vida. Además...

Susana calló debido a lo privadamente contado. Y eso tenía que ver con unas escaleras, y no precisamente las de un hospital, sino las que descendían hacia la nombrada Clínica Feliz.

— Además, ¿qué? — presionó la señora Marlowe.

En tanto, la que yacía en cama urgía:

— ¿Podré tomar un poco de leche caliente? Hace un poco de frío, ¿no te parece?

Porque sí, la recién estrenada como abuela abrigó a la nueva madre que sonreía calmadamente a la suya y le decía:

— Puedo asegurarte que de todo lo hecho, nunca me he arrepentido. Al contrario, me siento tranquila y ya no culpable del rompimiento de una relación.

— Siendo así... no dudo que la vuelvan a retomar. Ella está aquí, ¿sabes?

— ¿Candy?

Susana sintió un brinquito en el corazón al nombrarla; y gracias al gesto en su cara, la señora Marlowe sonrió, aunque por dentro se carcajeó, al haberlo notado.

— ¿Vas a decirme a mí que no la reconociste? Estuvo asistiendo al doctor en tu parto.

— Ahora que lo mencionas...

La paciente comenzó a hacer memoria, viendo únicamente a través de su recuerdo un par de ojos.

El cabello estaba recogido y cubierto por una gorra, plus el cubre bocas... sí, pudo haber sido; y por lo mismo se preguntaba:

— ¿Terry la vio?

— Sí; e intercambiaron unas palabras antes de que ella ingresara a quirófano.

— Y...

— Voy por la leche antes de que arrecie más el frío — dijo prestamente intencionada la señora Marlowe la cual dejaría a su hija pensando... en Terry. 

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora