El que terminaba era el viaje de Albert y Candy; y ella, después de bajarse del auto, aguardó por su tutor para ingresar juntos a casa, no sin antes...
— Gracias por haberme acompañado
— No tienes qué agradecer, pequeña.
— ¿Vienes a descansarte? — preguntó ella estando al pie de las escaleras.
— No. Voy a la oficina para comunicarme con George.
— Salúdamelo, por favor.
— De tu parte
— Entonces, buenas noches, Albert
— Buenas noches, linda.
Ésta se acercó a depositarle a Albert un beso en la mejilla; y sonriente comenzó a alejarse.
En su ascenso, él la miraba, sonriendo en el momento que ella se giró a verlo y dedicarle un adiós de mano.
Correspondido, el guapo rubio se encaminó a la pieza señalada; y allá, posteriormente de haberse sentado y llevado consigo el teléfono, un número marcó, indicándole al que detrás de la línea le hubo contestado:
— Es necesario que dejes de hacer lo que estés haciendo para que estés aquí por la tarde.
— ¿Puedo saber por qué?
— Cuando vengas te lo cuento
Enseguida de escucharse "está bien", se cortó la comunicación, recostándose Albert en el respaldo del mullido sillón y recibiendo ahí la claridad del nuevo día, ese en el que se vería: a una Candy más alegre que nunca.
— Buenos días, señorita — se saludó, recorriéndose las pesadas y altas cortinas de las ventanas de esa femenina habitación.
La que abría los ojos y recibía los rayos del sol, sentándose bajo las colchas de su cálido lecho, diría:
— ¡Dorothy, ¿no es maravilloso estar vivo?!
— Ya lo creo, señorita
— Candy —; se reprendió poniéndose la rubia de pie. — Recuerda que cuando estamos a solas puedes llamarme así.
— Lo siento, seño... Candy —, la cual sería ayudada a ponerse su bata.
— Dorothy, ¿qué pasa hoy contigo?
— Nada, Candy. Sólo estoy concentrada en la cena que me ha dicho el señor Andrew tendrán hoy
— ¡Oh, sí!
La enfermera que se recogía el pelo y amarraría con un sedoso listón hubo expresado y vuelto a la querida empleada.
— Y por favor, ¡esmérate!
— ¿Puedo saber por qué?
— Porque así podré alardearle tus comidas... tus postres ¡mmm! — saboreó imaginaria y exageradamente una rubia mujer, — a un futuro duque.
— ¿A quién? — indagó la empleada haciendo que Candy, que ya iba en una dirección, se girara reconociendo:
— Sí, tienes razón —, y puso un gesto pensativo. — Terry me habló de su padre, pero no comentó nada con respecto a... ¡no importa! —, ella alzó los hombros; — es un hombre venido de gran alcurnia y... nosotros los norteamericanos no podemos quedar mal frente a la aristocracia británica.
— Señorita —, alguien evitaba reírse, más no el expresar: — está como que más loquita que otros días
— Lo que pasa, Dorothy — lo dijeron desde una puerta, — es que hoy ¡me siento muy feliz!
— ¿Por esa visita?
La respuesta fue un silencioso y repetitivo asentamiento de cabeza acompañado de una coqueta sonrisa que detrás de una puerta escondieron, y que después de muchas horas de no poder ocultarla, una presencia borraría.
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HASTA HOY SUPE TI
FanficSaber de él, le causó una gran sorpresa; y mayúscula, de conocerlo solo y sin la responsable de su separación. * * * * * * * * * Historia primera vez escrita el día 11 de Septiembre de 2016. Historia compartida para mi audiencia del Fandom de Candy...