Capítulo 6 parte A

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Con una grande emoción a cuestas, Candy, en silencio, ya viajaba a casa, a lado de Albert quien se miraba concentrado en el manejo.

Terry, por su parte y consiguientemente de haberse despedido bajo el umbral de una puerta, subió veloz a su departamento donde...

— ¿Vienes solo?

Irinushka, con el sonido de la puerta, se giró en esa dirección.

— Por supuesto — dijo el castaño yendo a la guapa rusa la cual yacía semi acostada en el largo sofá, lugar desde el cual preguntaba por...

— ¿Y Candy?

— Se ha ido

— ¿Sola?

Un entrecejo se frunció; y el dueño de otro no menos percibido en un tono irritado respondía:

— Claro que no. Su papá vino por ella

— ¡¿Su quién?! — indagó una ciertamente burlona Voronov y bajando el libro que sostenía.

— Lo que oíste — respondió Terry ocupando el sillón individual.

Y porque una carcajada no se pudo controlar se indagaba:

— ¿Puedo saber de qué te ríes, loquita?

— ¿De verdad quieres que te lo diga?

— ¿Qué tiene de malo?

— De malo nada. De absurdo.

— ¿Por qué?

— O sea...

La alumna del actor se sentó debidamente para decir:

— Una atrevida mujer ha venido a visitar a un hombre soltero en su departamento...

— ¿Y?

— ¿No te parece estúpido que me digas que vino su papá por ella?

— No seas idiota, Irinushka —, quien fuese agredida con un cojín.

— Llámame como quieras, lindo. Pero es lo más absurdo que he escuchado

— Será porque tú... —, ahora él se burlaría: — ¿nunca fuiste tratada así?

— ¡Seguro! Sobre todo, que después de haber estado a lado de alguien, le llamara a papá para que pasara por mí.

Habiendo puesto su codo en el brazo del sillón y el mentón en el puño derecho, mirándola y con una ligera sonrisa en su rostro, Terry diría:

— No fue precisamente así

— ¿Ah no?

Irinushka se cruzó de brazos y dobló un poco el torso para indagar:

— ¿Y cómo fue según tú?

— Ya venía con ella.

— ¿Y por qué no subieron los dos? Según tú... ambos eran tus amigos

— Para serte franco... —, Terry se puso de pie diciéndole: — no lo sé ni me importa. ¿Qué hay de cenar? — se preguntó yéndose por cierto camino.

— Nada — dijo la rusa volviendo a su libro. No obstante: — Terry, ¿por qué no declamas algo de Romeo?

— Porque no tengo ganas, sino hambre.

— En la mesa hay un sándwich italiano

— ¿No fue lo que comimos ayer? — cuestionó él volviéndose a ella que lo seguiría conforme lo informaba:

— ¡Exacto! Prueba también de que hemos comido nada el día de hoy.

— Yo no había tenido hambre, sino hasta ahora.

— ¿Por qué habrá sido?

— ¡Por lo que fuera! — respondió alterado. — ¿Qué vamos a comer?

— No tenemos otra más que salir a buscar comida

— No. Mejor voy a poner un poco de té —, aprovechando que había llegado adonde la improvisada cocineta

Entonces y detrás de él...

— Oye — la chica lo llamó.

— ¿Qué?

— ¿Y qué pasó allá fuera?

— Nada

— Mientes

Por haberlo dicho, Terry se volvió a la mujer; y ésta, tomando la ventaja de que él se había recargado en el mueble, ella puso sus antebrazos en el varonil pecho; su barbilla encima de ellos y de su boca le preguntaba:

— ¿La verás otra vez?

— Tú, ¿qué crees?

En el enigmático rostro de él había una arrogante sonrisa; y por ende...

— ¿Y qué le dijiste de nosotros?

— Nada; porque... recuerdo que hay lo mismo entre los dos, ¿o no?

— Sí, tienes toda la razón, mi adorado desmemoriado caballero — dijo la sonriente Voronov que en su cintura sintió las manos de él que le indicaría:

— Vuelve a la lección —, porque él volvería a su actividad. — ¿Quieres que te lleve té?

— Por favor — contestó la extranjera yéndose al lugar indicado.

Ahí, y pese de regresar a su estado original, al estar leyendo el libro que habían tomado sus manos, en su mente aparecían las escenas de aquel día que por primera vez se conocieron: el mismo desastre y rescate de Susana Marlowe, debido a que Irinushka Voronov hubo sido teniente de aquel escuadrón.

En cambio, Terry trataba de no pensar, sino... construirse de paciencia.

Para la hora citada faltaba bastante, pero no más del tiempo que llevaba esperando. Aunque interiormente reconocía:

— Esperando ¿qué? cuando en aquella tarde de Chicago le dije adiós a lo que más quería. Si hoy el destino quiso ponerla de nuevo en mi camino, veamos en dónde termina.

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora