Capítulo 4 parte B

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Por la emoción o prisa de sus pasos, Albert se puso en alerta. Aunque, para recibirla optó por salir del auto y plantarse frente a ella para preguntarle:

— ¿Pasa algo?

— Sí; y la verdad no sé cómo sentirme

— ¿Qué es?

— Terrence... no es papá

— ¡¿Cómo?! — el rubio no disimuló la sorpresa.

— Ni Susana es su esposa

— Candy...

— Me lo acaban de informar — ella apuntó a una dirección. — Susana está casada con un empresario ruso.

— ¿Qué dices?

Albert quiso saber con más detalle, y también miraba como Candy se llevaba las manos al rostro y lo frotaba con un tantito de desesperación.

Una que trataría de dominar al informar:

— La enfermera de guardia va a ayudarme a entrar a verla

— Y...

— No lo sé, Albert — respondió prontamente la rubia intuyendo lo que su tutor pretendía cuestionarle. — Pero, es necesario, ¿no lo crees así?

— Sí... claro — dijo él dándole enseguida el paso al silencio entre ellos dos, aunque en los interiores de ambos había una revolución de preguntas en la incesante búsqueda de sus respuestas.

Esas que daban la posibilidad de...

No — dos mentes lo dijeron. Una para no adelantarse a los hechos y la otra...

— Candy — se escuchó lejanamente.

Oyéndolo William, fue el mismo encargado de darle aviso a la rubia.

Sin decir más, la nombrada se dirigió a su compañera de trabajo, informándose entre ellas de qué hacer para no ser atrapadas. No obstante...

— Ayúdame con eso

— ¿Y cómo pretendes que la saque?

— Diciéndole... que al doctor se le olvidó tomarle ciertos datos y... ¡por favor, Paulette!

— Candy, ¿cuál es la urgencia?

— Cuando la sepa, te prometo que te la diré

Sin embargo, lo que Candy le propuso a su amiga que era distraer a la señora Marlowe para que ella, o sea Candy, pudiera hablar con Susana, no iba a ser posible ya que...

— ¿Dices que está aquí? —, sobre el regazo de la paciente se ponía otra frazada.

— En la recepción la vi — contestó la encargada de ello.

— Bueno, mamá, si me has dicho que ella me asistió, debe ser porque aquí trabaja

— Pero, hace horas que acabó su turno; y presiento que está aquí...

— Si es así... —, Susana fue un poco ruda al interrumpir a su madre que oía: — vas a dejarme a solas con ella

— ¿Qué piensas decirle?

— Simplemente... la verdad

— ¿No crees que sería mejor que Terrence se la dijera?

— No. Él apenas empezaba a superarlo.

— ¿Te das cuenta, que indirectamente... sigues protegiéndolo?

— Será porque tengo una parte de culpa de todo su sufrimiento.

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora