Capítulo 5 parte A

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Bueno, de acuerdo a los años que pasaron... el hombre ¡ya! era un hombre en todo el sentido de la palabra; y por lo mismo, ante la dulzura, sí, un poco de torpeza en el desenfreno de ella que de acuerdo a sus manos —las de Terry, por supuesto— que ya habían reaccionado y posado en el cuerpo femenino y seguido la esbelta y perfecta línea de sus curvas, el hecho de saber que era ella, Candy, la que lo besaba, su yo inferior despertó un tantito agresivo; y así, él empezó a actuar, combinándolo con un ligero gruñido debido a la excitación.

Obviamente, Candy, al sentirlo a la altura de su plano vientre, abrió los ojos, sintiendo cómo su labio inferior era mordido—acariciado.

A pesar de la delicadeza con que la trataron, las manos de la rubia buscaron dónde apoyarse para separarse ¡y pronto!

Al hacerlo, la rubia lo miró. El castaño también; y debido al ser que vieron en sus oscuros ojos... una ruda palma se estampó en la mejilla más accesible.

Gracias al golpazo recibido, el rostro de Terrence quedó de frente a la pared y su puño... well, para haber recibido aquella agresión, debía haber una explicación. Y para eso...

— ¿Qué demonios pasa contigo? — reclamó él. Y Candy...

— Lo siento — extendió no queriendo reconocer que la espantó.

La espantó el deseo que pudo ver en la mirada de él que...

— ¡Demonios, Candy! — se quejó Terry no habiendo de otra más que acariciarse la mejilla maltratada.

— ¡Pero aún así te lo mereces! — ella gritó; y el castaño...

— ¿Ah sí? Fue acaso ¡¿porque yo te provoqué?! —, la retó furiosamente.

— ¡Claro que no! — replicó la rubia comenzando a sentir el rubor de haber sido ella la culpable de su alteración.

— ¡¿Entonces?! — Terry demandó.

— ¡¿Por qué cometiste la estupidez de ir adonde la guerra?!

— No creo que sea de tu incumbencia.

— ¡Terry!

Candy lo detuvo al haber visto en él todas las intenciones de retirarse.

No obstante, al percatarse que se quedaba, ella lo instaría a hablar:

— ¿Por qué?

— ¿Quién te lo dijo? — repreguntó el castaño.

— Susana. Vengo... de hablar con ella.

— Ah — expresaron escueta e indiferentemente.

Y al notar un pálido y acongojado semblante:

— No te preocupes mucho. No me pasó nada.

— Pero a Karen, tus demás compañeros...

— ¿Me culparás por sus muertes?

— ¡Vamos, Terry! ¡¿Cómo es que piensas que lo hago?!

— Yo lo decía por si las dudas.

— ¡Eres un estúpido!

— Sí. Quizás lo sea.

Fue todo lo que dijo el actor el cual se llevó las manos a la cabeza y metió sus dedos entre sus castaños cabellos; posando su mirada en el techo blanco de aquella área.

Luego, él dejó sus manos en la nuca y se dispuso a mirarla, notándola apenada y diciéndole instantes después:

— No has cambiado nada.

HASTA HOY SUPE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora