𓅂 ➳ "
" - Iwaizumi, mis días de gloria se han ido.
- No .- frunció el ceño, sintiendo todas las emociones negativas mientras apretaba sus manos, dejando poco a poco sus nudillos en blanco -. No puedes estar hablando en serio.
- Créeme, Iwaiz...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Iwaizumi asistía todos los días al club de Volleyball con muchos más ánimos y con bastantes razones del porque ir.
La primera razón es porque ese deporte lo ha estado practicando toda su vida y se siente orgulloso de hacerlo y ni loco lo dejaría, se ha esforzado mucho hasta llegar donde está y sería un desperdicio abandonarlo.
Y la segunda es básicamente porque podía observar los maravillosos saques y remates de la capitana del equipo femenino. (T/n) podría decir que es su camino a seguir, es por eso que le fascina analizar todo lo que hace.
No obstante, al abrir la puerta del pabellón, solo se encontraban sus compañeros que se dedicaban en hacer los estiramientos.
El pelimarrón buscó con la mirada por todos los rincones del gimnasio sin hallar el grupo de chicas con la superior.
— Oh, ¿no están las chicas? .— preguntó Oikawa al llegar y quedar al lado de su amigo.
— Ellas ya se han ido a su pabellón .— informó el capitán al percatarse de los menores —. Finalmente pueden entrenar en su lugar y no veré más aquella pesada de turno .— suspiró con alivio —. Venga, ¿a qué esperáis? ¡A entrenar!
Exactamente, el club de Volleyball femenino habían vuelto a su gimnasio después de las reparaciones y Hajime no tuvo la oportunidad de cruzarse más con la capitana, por el simple hecho de que sus cursos estaban en diferentes pisos.
Lo peor es que faltaba solo un mes para terminar el año, dando finalizada la secundaria para los alumnos de tercero.
La última oportunidad en que la pudo ver, fue en la graduación en cuanto les dieron a cada estudiante su diploma en el escenario.
La verdad, sí tuvo algunos momentos para hablarle en ese mismo día, pero al ser en esa edad tan reservado, no tuvo el valor de despedirse de ella y se quedó con las palabras en la boca cuando la vió abandonar la escuela con una sonrisa.
Por suerte, podría superar su falta de presencia en el próximo curso, dándole a entender que esa atracción no era más que el típico amor platónico que tienes de niño pequeño, porque al fin y al cabo, solo tenía trece años en ese entonces.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
