Capítulo 4

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Estaba frente a la gran casa y las manos me sudaban frío.

¿A que venía todo ese nerviosismo?

Era solo la chica de aquella fiesta. No la había visto más y quizás ni se acordaba de mi.

Sin más, toqué el timbre y una voz salió de las pequeñas rendijas.

—Hola, residencia de los Williams.

—Em, hola, soy amigo de Destiny.

— ¿De Destiny?

—Si, ¿ella no está ahí?

—Si, si está, pero no suelen venir a visitarla, a parte de la loca por supuesto—bufó— por procedimiento, necesito que pongas en el lente de la cámara tu identificación.

—Vale—rebusqué en la parte posterior de mis vaqueros y ahí estaba.

Hice lo que se me pidió.

Las grandes puertas se abrieron y me dejaron ver la mansión.

¿Como podía alguien vivir en una casa tan grande? ¿Cuánta gente había ahí? ¿Una tribu?

El jardín, con el pasto verde limón recién podado. Unos árboles cubrían cada alrededor de la casa, para evitar que vieran hacia adentro.

¿Había una maldita fuente? Seguro saldrían los protagonistas de Friends a cantar "I'll be there for you"

El frente era de un color marfil que le brindaba un toque muy clásico a todo.

Subí las escaleras de mármol y toqué la puerta.

No pasaron ni diez segundos y un hombre vestido de pingüino abrió y me echó una ojeada evaluando mi facha.

Antes de que pudiera hablar me hizo un gesto con la mano invitándome a pasar.

No pude evitar mirarlo todo.

El techo con lámparas de varios siglos anteriores, los cuadros más elegantes que había visto jamás. Incluso una Monalisa, debajo del sofá se escondía el mismísimo DaVinci.

Miré las baldosas blancas y negras del suelo...hasta que una división me detuvo. Vi como el suelo se tornaba de madera falsa y brillante.

Miré hacia adelante y habían unos ventanales cubiertos por cortinas de madera también.

La isla de la cocina era de un gris claro y tenía tres taburetes a cada lado.

La nevera moderna y un pequeño televisor pasando las noticias en una esquina.

Desde la entreabierta puerta del cuarto de baño se dejaba ver una ducha con puertas de cristales y un acolchado suelo cubierto por alfombras peludas.

Esa casa era una máquina del tiempo.

El mayordomo me miró varias veces y carraspeó antes de hablar.

—La señorita Williams está detrás de esa puerta. Debo retirarme a continuar con mis labores.

Ahí estaba.

Con el cabello recogido en una trenza, tomando algo en una taza y con un gato encima.

Aquel lugar tenía el techo de vidrio y una mesa rústica de seis sillas.

Detrás de sus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora