Capítulo 12

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Mamá solía traerme mucho al acuario cuando era pequeña.

Se lo había comentado a Greg en la lección del sábado y al día siguiente se había aparecido en mi casa para llevarme ahí.

Me emocioné demasiado, aunque no podía ver la diversidad de colores y animales...salir con Greg me llenaba de alegría y más si era a algún lugar tan nostálgico.

Le pedí a Mercedes que me colocara el vestido azul que tanto me gustaba ponerme antes del accidente.

Comenzó a resonar por toda la habitación esa canción que Greg se había colocado de tono de llamada, junto con la asistente de voz confirmando que se trataba de él.

Salí con mucho cuidado de no ensuciar mi ropa y sujetando el bastón en la misma mano de siempre.

— Que guapa, seré el chico más afortunado de todo el acuario. — sentí las mejillas arder y luego me colocó en el asiento trasero.

Me dejó un beso corto en los labios y el olor a madera se quedó en mis fosas nasales.

Encendió el auto y el viento comenzó a golpear mi rostro, mientras que el cabello se revolvía inquieto.

— Quiero vender el auto.

— ¿Por qué? —le pregunté dudosa.

— ¿Para qué quiero un auto si tú no puedes ir a mi lado?

— Greg... solo dame tiempo...

— No, no te estoy presionando. Solo que preferiría ir en taxi, para poder ir a tu lado.

— Para el auto. —le pedí.

— No. No quiero que vayas adelante si eso te trae recuerdos horribles. Quiero ir atrás, contigo, y cuando estés preparada compraré otro auto e iremos juntos de nuevo. No soporto verte ahí detrás sola.

— Greg... esto... gracias. — no tenía palabras. Nadie jamás se había comportado así conmigo... por mi.

Nos estacionamos fuera de lo que creí ya era el acuario.

Sentí niños gritando por doquier y alguna que otra musiquilla de fondo.

Me zafé el nudo del bastón y las gafas las quité de mis ojos. Me imaginé a Greg frunciendo el ceño y preguntándose qué pasaba conmigo.

Quería pasar desapercibida, no quería que los niños se quedaran mirando fijo y les preguntaran a sus madres por qué usaba un bastón... nunca me había pasado... pero es lo que suele suceder en las películas de ciegos que alguna vez había visto.

No preguntó, no cuestionó... eso era en parte algo que tanto me gustaba de Greg... nunca me trataba como una idiota.

Sabía que tenía mis limitaciones, pero no se detenía a recordármelo todo el tiempo.

— Vale, hay un muro pequeño, ten cuidado —me agarré de su brazo y seguimos caminando.

— ¿Que ves? —le pregunté.

— Unas chicas guapísimas tomando un helado —lo golpeé.

— No me conoces celosa, no me provoques —soltó un ronquido mientras reía y yo me le uní.

— Vamos a la parte de los peces, luego a las focas y los delfines de último. —asentí. — Me gusta este lugar, hasta arriba hay peces. — estaba emocionado como un niño pequeño, y hubiese pegado cualquier precio por verle sonreír. — De todos colores y de todas formas Dest. — nos sentamos. — Esto es enorme, una ballena... joder una ballena Destiny. —sonreí con tristeza.

Detrás de sus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora