Capítulo 14

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Pensando que lo mejor para deshacerse de las malas vibraciones del día anterior sería salir de casa, Charlene y Johan decidieron quedar para dar una vuelta en coche por los lugares más remotos de Fremont, a las afueras de la ciudad. Pero el viaje en coche sería un secreto, algo de ellos que quedaría grabado en sus cabezas para siempre. Ambos querían dejar atrás muchas cosas, como la presión del inspector o el pensamiento de que muchos de sus compañeros habían muerto en muy poco tiempo.

Era por la mañana, Charlene estaba fregando los platos mientras su madre descansaba tras una larga noche de trabajo. Entretanto, Charlene observaba su reflejo en el charquito de agua que se había formado al lado del borde del fregadero. No había cambiado nada, seguía siendo igual que antes de comenzar a ser S.K., tenía sus pelos de oveja negra, sus gafas de culo de vaso y su peculiar forma de vestir que hacía que pareciese que practicaba deporte diariamente. Pero sin embargo sí había algo distinto, algo que hacía sus ojos brillar; seguramente fuese su amor por Johan. Suspiró, sabía que no era eso lo que daba brillo a sus ojos, sino la sangre de sus víctimas que le hacía brillar como una estrella, una estrella teñida de sangre. Terminó de fregar y subió a su cuarto, jugueteando con la barandilla de madera mientras subía de dos en dos los escalones. Giró el pomo y se abalanzó contra la cama, aferrándose al primer cojín que encontró y comenzando a dar patadas al aire y a girar deshaciendo y arrugando las sábanas. Estaba feliz, eufórica porque al fin podría ser feliz. Todos sus enemigos estaban muertos y ahora todo el mundo la respetaba. Paró de patalear sobre la cama y se quedó boca arriba, mirando el techo como el que mira las estrellas. Aún quedaba alguien, aun había un nombre sin tachar de la lista.

Era el último, el que ella consideraba más importante. Pero también el más difícil. No veía el momento de acabar con esa persona, quien sabe, quizá ni la matase. Se rió; sabía que eso era imposible, había dedicado demasiado tiempo y esfuerzo en planearlo todo cuidadosamente para que ahora decidiese echarlo a la basura. Pero prefirió dejar de lado ese pensamiento, hoy se iba a dedicar de lleno en su novio Johan. Sentía que esa misma tarde, después del paseo en coche, algo cambiaría entre ellos dos. Su amor había sido muy repentino, pero no por ello menos fuerte. Ambos habían experimentado cambios a la hora de pensar del contrario. En realidad nunca pensó que ese amor fuese a suceder, pero las cosas siempre pasan por algo. Y seguramente esa tarde descubriría que era ese algo.

Se levantó de la cama y se cambió de ropa, esta vez se puso una camiseta de cuello de pico morada y unos vaqueros ajustados azules algo desgastados. Se cepilló el pelo todo lo que pudo y se lo medio recojió en una cola baja. Cambió sus zapatillas de ir por casa por unas deportivas blancas (o mejor dicho amarillentas) y bajó dando tumbos hasta el recibidor. Cogió las llaves y se fue, había algo que quería hacer antes de su cita con Johan. Caminó durante largo rato, mordiendo de vez en cuando el sándwich de queso y lomo que se había llevado para el camino, hasta que llegó a un pequeño lago. El lago era bastante pequeño, como una gota de agua perdida en el mapa, pero era suficiente para lo que quería hacer. Se agachó cerca de la orilla y sacó el colgante de ojo de tigre que Johan le había regalado. Alzó con la mano en collar y lo dejó caer en el agua, viendo como se hundía lentamente en las profundidades del lago y formaba hondas. Aunque era un regalo de Johan sentía que debía hacerlo. Tenía que deshacerse de sus sentimientos, aunque fuese muy lentamente, porque si quería tachar en último nombre que quedaba en la lista debía ser más fuerte. Así no solo podría cumplir su promesa de venganza, sino al mismo tiempo disfrutar de lo que hacía. Se levantó y se sacudió la tierra de las rodillas. Contempló calmada la silueta del Sol, llena de recovecos por las hojas de un roble que parecía querer alcanzar al astro rey con sus ramas. Se iba acercando la hora de la cita y decidió que iría directamente a casa de Johan y así no tendría que esperar a que él viniera a recogerla.

Media hora más tarde llegó a casa de Johan y se topó con este cuando salía a buscarla.

— Vaya Charlene, creía que tenía que ir yo a recogerte a tu casa.

AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora