Capítulo 5

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El frío que ayer congelaba a Charlene había sido sustituido por una suave manta de algodón blanca. Ella no recordaba nada de lo que pasó después de las clases de violín, solo recordaba esos ojos verdes. Esa mirada que resplandecía en la oscuridad, que la miraba fijamente con sincera preocupación. Los ojos de la persona que se encargó de llevarla hasta su casa a pesar de las dificultades que causaba el mal tiempo. Jamá olvidaría esos ojos, ni tampoco a la persona que los poseía.

A pesar de que hoy habían clases la madre de Charlene no la despertó hasta la hora de comer. No tenía fiebre y apenas estornudaba, pero su madre había considerado que necesitaba un día de descanso. En cuanto se levantó en lugar de ir a comer algo se fue directa a la ducha; le dolía la cabeza y pensaba que quizá una buena ducha caliente le despejaba las ideas. Charlene no sabía quien era la persona que la rescató el día anterior. Seguramente sería algún buen hombre que había ido a socorrerla. Quizá fuese un príncipe azul que quiso salvar a su amada antes de que cayese en un profundo sueño. Si fuese así podría haberla besado al menos, o esó pensó Charlene. Pero obviamente no existían los príncipes azules, ni los verdes, ni los amarillos, y si existían no estaban hechos para ella. 

Cuando terminó de ducharse se puso su pijama de Bugs Bunny, era el "modelito" más bonito que tenía, ni un millón de sudaderas viejas verdes y de deportivas desgastadas superaban al pijama de Bugs Bunny. Se secó el pelo y se hizo una trenza (o algo así porque su pelo como siempre no se dejaba domar). Más tarde optó por coger una de las galletas empalagosas que había hecho su madre el día anterior y se puso a repasar la lección que tendría que estar dando ahora. Hizo sus deberes y recordó que hoy tocaba hacer los deberes. Nada de ecuaciones, ni nada de ángulos y cosas por el estilo, los deberes que le tocaban hoy eran los mismos que los de la semana pasada, y que la anterior... Respiró hondo y cojió la llave con la que acto seguido abrió el cajón de su escritorio.

Hojeó su libreta roja y se paró en la página de en medio. El próximo nombre que había que tachar era el de Larry Frick, un patán que a pesar de no formar parte del corrillo popular le había hecho la vida imposible durante toda su escolaridad y que aún a día de hoy seguía aprovechando la mínima para atacarla. Aún recordaba como la había humillado en cuarto de primaria, en compañía de muchos otros compañeros que deseaban desatar su ira contra ella.

FLASHBACK

Era el último día de clases y el colegio había hecho una fiesta para dar una despedida hasta el próximo curso a los estudiantes y una grata bienvenida al verano. Charlene estaba eufórica, unos niños de su clase la habían invitado a almorzar con ellos el día de la fiesta en el gimnasio. Nunca la invitaban a las fiestas y siempre almorzaba sola porque nadie quería ir con ella, pero ese día iba a ser distinto y estaba segura de que en Quinto de primaria todos querrían ir con ella. Su madre le había preparado un sándwich de queso fundido y orégano, su favorito, y además le había comprado un bonito vestido azul para la ocasión. Se había hecho un moño y unos tirabuzones negros colgaban al lado de sus mejillas, nunca había estado tan guapa y tan feliz. A la hora de la fiesta Larry Frick se había ofrecido a acompañarla hasta el gimnasio, donde la esperaban el resto de compañeros para el almuerzo. Al entrar al gimnasio todos sus compañeros estaban alegres, sentados en las sillas y disfrutando de sus almuerzos. Larry la invitó a sentarse a su lado, a lo cual accedió encantada. Todo era perfecto, como un sueño, pero el sueño se tornó una pesadilla cuando uno de los niños allí presentes dio un silbido y todos dejaron de comer. Comenzaron a mirarse entre ellos y a soltar risillas, Charlene no comprendía nada, hasta que sonó un segundo silbido y comenzaron a bombardearla con trozos de comida. Los almuerzos de sus compañeros no eran mas que munición que descargar contra ella. Pronto quedó cubierta de trozos de alimentos, de bebidas e incluso de envoltorios. Toda ella era una enorme montaña de basura, la habían engañado y traicionado. No tardó en descubrir al autor de semejante broma de mal gusto, el mismísimo Larry que tan amable había sido con ella. Frick y el resto de allí presentes se reían de ella como posesos mientras Charlene se deshacía en un llanto amargo. Aquel día juró que eso no se quedaría así, que les haría pagar uno por uno todo el sufrimiento que le habían causado. Prometió acabar con Larry Frick...

—...y hoy cumpliré mi promesa.

La voz de Charlene mostraba una carencia de sentimientos aterradora. Lo que nadie sabía es que por dentro estaba tan eufórica como lo había estado el úlntimo día de colegio antes de aquella broma.

Aquella misma noche el cuerpo de Larry Frick había sido hallado en el gimnasio del colegio al que había asistido Charlene de niña. En las paredes aparecía escrita una vez más la frase «Aténtamente, tu asesina»...

AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora