Capítulo 7

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Es extraño como las personas podemos pasar del odio al amor tan rápidamente, hay veces en que parece que todos los seres humanos estamos locos. O eso o son nuestros sentimientos los que están locos. La línea que separa el odio del amor es tan fina como fácil de cruzar, un día estás en un lado y al siguiente en el otro. ¿Pero qué pasa cuándo no estás ni en un lado ni en el otro?¿Se puede estar en ambos lados al mismo tiempo? Eso era lo que pensaba Charlene. Desde que cruzaron esas miradas y se sonrieron algo cambió entre los dos. No comprendía porque la persona que más daño le había hecho era al mismo tiempo capaz de amarla, porque los sentimientos de ese momento eran de amor.

Al mismo tiempo ella no comprendía nada, era imposible que quisiese aunque sea un poquito a Johan Miller. ¿Se puede amar a la persona que más daño te ha causado? Seguía sin creerse que hubiese cruzado la línea odio-amor tan fácilmente. No era capaz de distinguir el amor del odio, pero quizá lo que necesitaba para estar en paz era olvidarse del pasado y empezar a vivir el presente; un presente junto con Johan.

— ¿Qué es esto que siento? ¿Es amor?

— No es que quiera arruinarte esa hermosa idea tuya de "amor", pero creo que eres lo suficiéntemente inteligente como para darte cuenta de que no sientes nada por él, o al menos de saber sacar provecho a esta situación.

— ¿Sacar provecho a esta situación? Cómo voy a hacer daño a la persona que...

¿Ves? Ni tú misma sabes lo que sientes, ¿de verdad crees que puede haber algo a parte del odio y el rencor entre vosotros?

— Eso es porque tú no lo miraste a los ojos como lo miré yo. Su mirada parecía sincera.

Que parezca sincera no quiere decir que lo sea. Tú y yo sabemos a la perfección lo que sientes por él, ¿no te has planteado qué pueda estar intentando tomarte el pelo?

— Claro que lo he pensado, es por eso que necesito comprobar si realmente me quiere.

Veo que al menos no has perdido la cordura por completo, ahora si que pensamos igual, ¿me equivoco?

— No, claro que no. Tú sabes que no concedo mi amor al primero que pase, y menos si hablamos de Johan Miller.

¿Eso quiere decir qué...?

— Quiere decir que yo solita me se apañar con lo que siento, no necesito que vengas tú a "aclararme" las ideas. Se que es lo que debo de hacer, como también se que Johan no será un inconveniente a la hora de cumplir mis planes de venganza.

Bueno, ya veremos...

A Charlene se le dibujó una mueca de fastidio en la cara, no le gustaba que jugasen con ella así. Pero no iba a permitir que eso le amargase el día, sabía perfectamente que nunca más nadie jugaría con ella. Ahora era ella la titiritera y el resto sus marionetas. Y Johan era su marioneta favorita, y a lo mejor incluso mucho más que favorita...

Pasaron las horas en el instituto de Charlene, los ánimos estaban prácticamente igual que el día anterior. A la hora de la comida Johan estaba, como siempre, con el corrillo popular. A Charlene el corrillo le recordaba a un conjunto de gallinas, no paraban de "cacarear", cuando querían te "picaban" y además eran muy "escandalosas". Además en el fondo todos eran también unos "gallinas". Charlene estaba dispuesta a saber que era lo que Johan sentía por ella, e iba a comprobarlo con todas las consecuencias.

Se dirigió descaradamente hacia la mesa en la que estaba sentado el corrillo y se sentó al lado de Johan. Por raro que parezca, éste se puso rojo y en vez de echarla le dejó un poco más de sitio para que se sentase. Mantenía la mirada fija en su emparedado mientras que Charlene hacía todo lo contrario, miraba uno por uno con mirada desafiante a todos los miembros del corrillo, que le respondían con el ceño fruncido. Permanecieron poniendo muecas un rato hasta que al fin Ashly Pemberton abrió la boca.

— ¡¿Y ésta que hace aquí?!

— Vaya, seguro que eso fue lo mismo que los padres de Sam Thompson dijeron al verte en el cuarto de su hijo de madrugada.— Todos los allí presentes, y también los de las mesas adyacentes que no se perdían ni un solo cotilleo que saliese de la boca de los populares, se quedaron boquiabiertos. El cotilleo de que Ashly y Sam, el capitán del equipo de baloncesto, estaban saliendo corrió como la pólvora, pero nadie se esperaba que alguien como Charlene les dejase en rídiculo de esa manera. Obviamente, Ashly protestó.

— ¡¡¿¿P-p-por qué no le dices nada, Johan??!!— Johan dudó un instante antes de responder.

— Porque lo que dice es verdad.

Johan se quedó tan pancho, miró a Charlene y le guiñó un ojo disimuladamente. Empezó a dar mordisquitos a su emparedado mientras el resto del grupo (exceptuando a Ashly y a Sam) luchaban por contener la risa; y no era para menos, el escenario resultaba bastante cómico y al mismo tiempo épico para Charlene.

— ¡¡Se acabó, me largo!! Vámonos, Sam.— y entonces ella y Sam se fueron, aunque más bien Ashly le arrastró a él, pero bueno. A Charlene le entró una risilla, que se le contagió a Johan, y Johan se la pegó al resto de la panda y la panda al resto de personas allí presentes. Hasta las monitoras se reían sin saber por qué. Sam y Ashly se fueron de allí humillados. Una vez medio disipadas las risas y confirmadas las sospechas de Charlene por lo que Johan sentía por ella, ésta decidió dar el último y definitivo golpe de gracia que dejaría impactados al resto de personas.

— ¿Nos vamos a comer juntos a otra parte, Johan?— Él tardó un poco en reaccionar, pero finalmente asintió y se levantó. Hizo un gesto de despedida con la cabeza al grupo mientras cogía de la mano a Charlene.

Ambos se fueron de la sala creando un momento épico, como la llegada del hombre a la Luna pero tamaño adolescentes-enamorados. A Johan se le dibujó una sonrisa tontorrona y a Charlene también se le dibujó una en la cara. Pero su sonrisa era de otra cosa: arrogancia y orgullo porque todo le salía bien...

AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora