Capítulo 4

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El viento azotaba las persianas de la ventana de Charlene, un temporal de lluvia y viento recorría temporalmente Fremont. La madre de Charlene había decidido luchar a la desesperada contra la pereza preparando unas magdalenas, que acabaron en galletas un tanto empalagosas. Estaba claro que la repostería no era su punto fuerte. Por su parte, Charlene había ido a clases de violín, el instrumento que más le gustaba excepto cuando ella lo tocaba, que era cuando parecía que estaban atropellando a un gato. No entendía como era un genio en el instituto y luego no era capaz de tocar un maldito violín.

Y si a la falta de habilidad de Charlene con los instrumentos le añadíamos la preocupación de ésta por que Johan le hiciera alguna jugarreta, pues peor aún. Johan empezaba a invadir los pensamientos de Charlene. El que antes era solo una mosca ruidosa fastidiándola ahora se había convertido en un muro de piedra inexpugnable. Era muy extraño que las amenazas hubieran cesado desde que Johan habló con ella en la biblioteca. Quizá él esperaba algo de ella, que reaccionase de alguna manera en particular. A lo mejor algún mandamás del corrillo popular había dado la orden de que se le dejara en paz durante unos días, aunque eso era prácticamente imposible, ¿quién iba a querer algo bueno para Charlene? Ella, que siempre había sido una presa para aquellos fieros leones hambrientos. Ni siquiera entendía por qué Johan había hablado con ella el otro día. Cualquier profesor de lenguaje habría analizado sus palabras como amenazas o advertencias, pero también está claro que ningún profesor que supiese todo lo que le había hecho ese chico a ella iba a pensar nada bueno por parte de éste.

Pero había algo que nadie, ni siquiera un profesor podía analizar: la corazonada de Charlene. Muy dentro de su corazón latía el presentimiento de que Johan le ocultaba algo no solo a ella, sino también al resto de personas. Algo increíblemente secreto que no quería revelar a nadie por miedo. ¿Miedo a qué? Ni ella misma lo sabía. A lo mejor el chico era bipolar, porque a ver, ¿que persona normal te hacía la vida imposible y luego te advertía de que no hicieses cosas perjudiciales? Tampoco estaba segura de que fuese eso exactamente lo que le quería decir, pero eso no lo medían los porcentajes, lo medía su corazón. Su rarísimo corazón, que un día pasaba de ella y al siguiente estallaba con miles de emociones de toda clase que ni ella misma era capaz de describir.

A la hora de salir de las clases llovía a cántaros. Las calles no parecías calles, mas bien eran ríos. El viento te arrastraba a todas partes y muchos chicos optaron por llamar a sus padres para que les recogiesen, pero el coche de la madre de Charlene estaba en el mecánico así que no pudo avisarla de ninguna manera. Tampoco nadie se ofreció a llevarla, como de costumbre. Al final decidió no pensar mas en nada ni en nadie y empezó a caminar. Tenía las piernas entumecidas por el frío, la lluvia la había calado hasta los calcetines y el viento jugaba con ella como con una marioneta. Charlene empezaba a marearse.

En estos momentos su madre habría dicho "Dios está jugando a los bolos y parece que va perdiendo..." o algo por el estilo. No es que la madre de Charlene fuese muy creyente, pero eso era algo que tampoco había quedado nunca muy claro. Estuviese jugando a los bolos o no, Charlene si que sentía como si se le estuviese cayendo una bola de bolos encima. Comenzaba a perder el equilibrio y sus fuerzas la abandonaban, la lluvia le había empañado las gafas y ya no era capaz de ver por donde iba. Rendida, se dejó caer a merced del viento.

El barro hubiese manchado la cara de Charlene y el agua se habría apoderado por completo del cuerpo de ésta si alguien no la hubiese cogido en brazos en ese mismo instante. Era una persona alta y fuerte, aunque Charlene no pudo verla con nitidez por el cansancio y la lluvia. La persona misteriosa miró a Charlene a los ojos y posiblemente eso sería la único que recordase ella después de todo. Unos ojos verdes que la miraban con simpatía y atención, una mirada que ya había visto antes. Aquellos ojos que poco a poco se fueron convirtiendo en manchas oscuras cuando Charlene perdió del todo el conocimiento. Ella jamás olvidaría esos ojos.

AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora