Preludio

903 78 10
                                    

Caminaba tranquilamente por el largo pasillo donde la luz del sol no llegaba. Sus pasos resonaban a cada paso que daba, acercándose a los suaves golpes de metal que se escuchaban cada vez más cerca.

¡Bang!

Cuando se paro frente a la puerta, aquel sonido se detuvo. 

Ahora al girar la manija lo único que oía eran las suaves respiraciones de alguien en la habitación, pero al abrir la puerta por completo lo que encontró dentro no fue más que a una persona acostada sobre una cama, bajo un foco de luz que alumbraba solo un rincón de la gran habitación. 

El colchón blanco estaba manchado de sangre proviniendo de su tobillo derecho el cual estaba encadenado a la pared con sus manos amarrados tras su espalda. Y sin poder ver la cara del intruso, se acercó lentamente notando la cabellera pelinegra corta del otro.

Inclinándose hacia el joven pudo ver que definitivamente el chico aún respiraba, estaba amordazado con los ojos cerrados y plenamente dormido. Después de mirarlo de pies a cabeza, quiso desatar la venda que cubría su boca con sumo cuidado para no despertarlo, pero fueron instantes cuando oyó la cadena sonar e instintivamente sus ojos se volvieron donde el pelinegro.

Sus ojos se encontraban abiertos.

—Tú...

No paso mucho hasta que las cadenas resonaron cuando el chico se abalanzo sobre él tratando de atraparlo, pero lo único que consiguió fue caer al suelo cuando el hombre, sujetó la cadena que estaba encadenado a su tobillo y lo jalo fuertemente hacia un lado, haciendo que el chico gimiera de dolor en el suelo.

¡Ah!... ¡Ingh!

Rodo en el suelo adolorido, su tobillo ya estaba lo suficientemente herido por varios intentos fallidos de tratar de quitárselo de encima que se le dificultaba pararse por esto último. Y dejando rastros de sangre que brotaban de su pie al suelo, se arrastró hasta la cama sin apartar de vista la sombra de quien estaba entre la oscuridad, donde no llegaba la luz sobre él.

—¿Quién eres tú? ¿Por qué me trajiste aquí? ¡¿Quién te mando?!

—Eso mismo debería preguntarte a ti —le respondió el otro ladeando la cabeza—. ¿Quién eres tú?

—¿Qué?... —El chico lo miro con confusión.

El hombre sin una expresión en el rostro lo barrio con la mirada de arriba, abajo. El chico pelinegro tenía puesto un pijama totalmente de blanco, se veía limpio y no tenía ningún rastro de heridas además de su tobillo que se encontraba rojizo y ensangrentado. Guardando silencio lo miro por un buen rato y luego se empezó acercar a él saliendo entre la oscuridad aún sujetando la cadena.

—Detente ahí —espetó el chico—. ¡No te acerques!

Lo que primero alumbró la luz era su cabello gris ceniza que caía sobre sus ojos, vestía completamente de negro con una mirada inexpresiva mientras que el otro solo le sostenía la mirada con ira en sus ojos. Y deteniéndose frente a él hablo con un tono sereno.

—Sabes... no te servirá de nada gritar. Créeme, nadie te escuchara —El pelinegro frunció el ceño—. Así que, no lo hagas.

El joven pelinegro miro a su alrededor, deteniendo su mirada hacia la puerta que estaba atrás del otro individuo, el cual estaba cerrada. Luego se miro a si mismo, viendo la cadena de su tobillo pensativo. No había salida, su mente estaba en blanco, estaba asustado pero no podía mostrarlo, debía mantener la calma, pero ¿Como?

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el peligris.

Al no recibir respuesta del mismo, se  inclinó hacia el pelinegro con el ceño levemente fruncido y volvió a preguntar con un tono frio.

Us | KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora