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Taehyung


Un silbido penetrante me sacó del sueño, obligándome a abrir los ojos en la oscuridad. Al incorporarme, aún adormilado, el sonido persistía, una melodía suave que parecía emanar de la sala de estar. Al principio, pensé que era Jimin, pero al levantarme para comprobarlo, lo encontré profundamente dormido en el sofá.

Fruncí el ceño, confundido por el origen del sonido. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, el silbido resonó de nuevo, más cercano esta vez, como si se acercara inexorablemente hacia mí.

Entonces, una respiración pesada en mi cuello me dejó completamente inmóvil. Sentí la punta de una nariz rozando el lóbulo de mi oreja, y luego, en un susurro apenas audible, oí mi nombre.

—Taehyung...

—¡NO!

Desperté de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Miré a mi alrededor, angustiado y confundido.

Tragué saliva con dificultad, retrocediendo hasta chocar con el respaldo de la cama. La habitación estaba iluminada, la ropa blanca, el colchón blanco, los grilletes... Todo indicaba que había sido solo un sueño.

Desearía fervientemente que todo esto fuera solo una pesadilla.

El tiempo había pasado, aunque no sabía cuánto. Desde mi encuentro con Jungkook, perdí la noción del tiempo en esta habitación blanca y estéril. No podía recordar cuántos días habían pasado desde entonces. La luz siempre estaba encendida, y la monotonía de la habitación estaba volviéndome loco. 

No tenía ni idea de cuándo me habían vendado el tobillo o limpiado el colchón.

A veces, después de una eternidad, me deslizaban comida por debajo de la puerta. Era un ciclo monótono de comer, dormir y a veces ni siquiera eso. El silencio era omnipresente, y la sed se volvía insoportable. No tenía ni idea de lo que Jungkook tenía en mente, pero cada día mi mente bullía con planes de escape.

Me imaginaba mil maneras de matar a ese hombre y huir, incluso en mis sueños, pero sin importar cuánto intentara escapar, siempre me atrapaba.

Ese hombre era una pesadilla hasta en mis sueños.

Un suspiro escapó de mis labios mientras escuchaba los golpes en la puerta, indicando la llegada de otra bandeja de comida. Me puse de pie de inmediato, sabiendo lo que significaba. Vi la bandeja deslizarse por debajo del portón y me acerqué con avidez, agachándome para comer con las manos. 

No había cubiertos, probablemente como medida de precaución para evitar que los usara como armas.

—Te vas a atragantar si no comes despacio —escuché la voz de Jungkook detrás de la puerta.

Dejé la comida que tenía en la boca y miré hacia la sombra bajo el portón. Él seguía ahí, sentado, como todas las veces.

Siempre dando dos golpes a la puerta, lo que significaba la hora de almuerzo. Cada que me traía comida, sentía su presencia acompañándome en cada comida. Mayormente permanecía callado, pero había pasado mucho desde la ultima vez, que oía su voz.

—¿Piensas dejarme en esta habitación hasta que me vuelva loco? —pregunté, dejando de comer.

No recibí respuesta.

Sin embargo, al mirar la sombra y escuchar un ruido, supuse que se había puesto de pie. Pensé que estaba a punto de irse como siempre, pero la manija se movió y la puerta fue abierta, revelando la figura de Jungkook. Ahora su cabello era negro, al igual que su ropa, y lo llevaba recogido en una media cola, con algunos mechones cayendo sobre su frente. 

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