14. Jeonathan

308 53 8
                                    

Jungkook: 

8 años.


Era una tarde nublada, y yo estaba en el parque, balanceándome en los columpios. Me gustaba ese vaivén, aunque no hacía mucho esfuerzo por ir más rápido. Mis piernas se movían lento, arriba y abajo, pero sin ganas. Miraba al frente, sin realmente ver, observando cómo las casas, los autos y las personas pasaban sin detenerse. Algunas iban de la mano, sonriendo, recogiendo a sus hijos del jardín de infantes. Me quedaba viendo esas escenas, preguntándome cómo se sentía tener a alguien que te viniera a buscar.

Mis padres nunca venían a recogerme, así que no sabía lo que era eso.

Poco a poco, dejé de balancearme. Me quedé quieto, pensando en lo que había visto. Una familia feliz. Yo también tenía una familia, una mamá y un papá, pero... ¿era feliz? No lo veía así.

Siempre escuchaba que los policías estaban para proteger y ayudar a la gente, que los criminales eran los malos, los que hacían daño. Pero entonces, ¿por qué mi papá, que era un policía de alto rango, parecía más un criminal que un protector? ¿Por qué mi mamá y yo nos sentíamos más en peligro con él que seguros?

Una gota fría de lluvia cayó sobre mi frente, sacándome de mis pensamientos. Era hora de volver a casa antes de que empezara a llover más fuerte. Me bajé del columpio, agarré mi mochila que estaba tirada en el pasto y comencé a caminar hacia casa. El cielo rugía con truenos y apuré el paso, cruzando el jardín hasta que por fin llegué a la puerta de entrada.

Entré y, como siempre, me quité los zapatos. Los puse en el armario junto a mi abrigo, y me puse mis pantuflas grises. Subí las escaleras hacia mi cuarto, pero a medida que me acercaba al segundo piso, empecé a escuchar los gritos de mi papá. Estaba regañando a mi mamá otra vez. Sus gritos resonaban en mis oídos, fuertes, como un eco que nunca se iba, creando una atmósfera pesada, como si el aire se volviera más denso y difícil de respirar.

Cuando llegué al pasillo del segundo piso, me detuve frente a la puerta entreabierta de su habitación. Los gritos eran más fuertes ahora, como si estuvieran justo al lado mío.

—¡Eres una inútil! ¡No sabes hacer nada bien! —La voz de mi papá tronaba con furia, llena de desprecio.

Apenas podía oír los sollozos de mi mamá entre los gritos. Sentí un nudo en la garganta, como si algo pesado se alojara ahí, y el miedo se me colaba en el pecho, cortante como cuchillos.

Me acerqué un poco más, aunque tenía miedo. Necesitaba saber qué estaba pasando. Empujé la puerta con cuidado, lo suficiente para poder ver, y lo que vi me congeló por completo.

Mi papá sujetaba a mi mamá del cabello con una mano, mientras con la otra la golpeaba una y otra vez. Sus dedos se enredaban en el cabello negro de mi mamá, tirando con tal fuerza que su cuello se doblaba hacia atrás en un ángulo doloroso. 

Podía ver el dolor en sus ojos, el miedo mezclado con una desesperación que hacía que mis piernas se volvieran de gelatina. Cada golpe resonaba en mis oídos como un trueno, y el sonido de su piel siendo golpeada se mezclaba con el eco de mi propia respiración entrecortada.

Sus ojos, llenos de terror y dolor, se encontraron con los míos por un instante. Fue solo un segundo, pero lo sentí eterno, antes de que otra oleada de golpes la obligara a cerrar los ojos con fuerza.

Ese segundo en que nuestras miradas se cruzaron fue como un cuchillo atravesando mi pecho. Sentí que todo el aire escapaba de mis pulmones. Quise gritar, correr hacia ella, hacer algo, pero estaba paralizado, atrapado en ese momento que parecía no tener fin. El siguiente golpe la hizo apretar los ojos con fuerza, y el sonido de su gemido sofocado rompió algo dentro de mí.

Us | KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora