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Al despertar, me encontré sumido en la oscuridad más absoluta. 

No había ni rastro de ventana ni un interruptor que pudiera iluminar la habitación. Todo lo que podía vislumbrar era la delgada rendija de luz bajo la puerta, que apenas delineaba las sombras de mis propios pasos. 

Sin embargo, lo que más perturbaba mi descanso era la música repetitiva que resonaba en la habitación, siempre presente en la mañana y en la noche, como un eco constante que marcaba el tiempo de mis días.

Llegando al punto de no dormir por miedo a lo que podría hacer.

Él se sentaba en el sillón, invisible en la penumbra, pero su mera existencia era palpable. En ocasiones, entre los susurros de la canción, podía distinguir fragmentos de la letra: "Pretty woman walkin' down the street", como si fueran las palabras de un lúgubre mantra que resonaba en las paredes de mi celda.

Podía sentir su mirada fija en mí, como una sombra acechante que nunca se apartaba, impidiéndome conciliar el sueño con tranquilidad. Los escalofríos recorrían mi espalda cada vez que su presencia se hacía más evidente, como si su sola cercanía fuera suficiente para helar mi sangre.

Al llegar al amanecer salía de la habitación, dejaba una bandeja de comida en el velador al costado de la cama y luego se retiraba. Había veces que no me dejaba ni un pedazo de comida y me mantenía encerrado, en otras me dejaba una bandeja en el suelo frente a la puerta y esta mañana me toco no recibir comida.

Cuando  tenia que hacer mis necesidades, tenía que decírselo, es solo ahí que el prendía la luz de la habitación, puesto a que el maldito interruptor se encontraba afuera.

"Dirígete a la puerta roja" era lo que me decía.

Y haciéndole caso, al entrar me encontré nada más que un baño normal y común. Pasando 10 minutos después de eso, las luces se apagaban automáticamente. Era tan malditamente molesto.

Era un infierno.

No era muy diferente de antes, ahora ya no tenía solo ese grillete en uno de mis tobillos, ahora los tenía en los dos, a diferencia que esta vez no estaba sujeto a la pared. Sin embargo, se me dificultaba caminar por el peso de estas.

También desperté con un collar metálico en el cuello, que no importaba cuanto intentara quitármelo, no podía romper ese maldito collar.

Y en un veinteavo intento de quitármelo, me encontraba buscando en toda la oscura habitación algo útil para cortarlo, pero no fue hasta que sonó la manija de la puerta que significaba que él iba a entrar, que rápidamente me dirigí hasta la cama, pero terminé cayendo al suelo al tropezarme con las cadenas.

—Ingh... mierda...

Normalmente ingresaba a la hora de dormir ¿Por qué ahora?

En el momento en que la puerta se abrió, la habitación se alumbro.

Me cubrí los ojos ante la fuerte luz, y cuando finalmente pude acostumbrarme a ella, vislumbré la figura frente a mí.

Era él de nuevo. Con la misma expresión, el mismo rostro y mirada penetrante. Solo que esta vez vestía de manera distinta, con la camisa, desabotonada en el cuello dentro de los pantalones y las mangas remangadas. Su cabello negro estaba recogido en una media cola, aunque algunos mechones caían sobre su frente.

Él bajó la mirada hacia mí, que yacía en el suelo observándolo. Luego, me lanzó un conjunto de ropa, era el mismo pijama blanco que llevaba puesto.

—Ve a darte una ducha —dijo Jungkook con voz inexpresiva—. Cuando termines, toca la puerta de entrada.

¿Tocar la puerta?

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