11• Young ones

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    La peli-rosa siguió tomando de su café helado. Le costaba mucho guardar la compostura, pero debía de hacerlo si quería que todo saliera bien.

Pudo respirar al fin cuando esas chicas salieron del café para darle el paso libre al peli-azul que ella tanto esperaba ver.

— Y yo creyendo que las fans de mi hermano eran más odiosas.

— Perdona — se disculpó el recién llegado — Aún no sé cómo deshacerme de ellas sin sentirme mal.

— No te preocupes — tomó la cajita que sostenía en su regazo y se lo dio al chico — Feliz cumpleaños, Toramaru-kun.

Toramaru tomó el regalo con muchas ansías, poniéndolo en la mesa frente a él y sacando una pequeña bolsita de seda de su mochila.

— Igual a ti, Yuka-chan. — le dio la bolsita en las manos — Espero que te guste el regalo.

Yuka Gouenji abrió la bolsita por pedido del chico. Sus ojos se agrandaron al ver el precioso brazalete de plata que sacó de ella. Tenía un pequeño y delicado dije de corona como decoración.

— Está precioso.

Se levantó de su silla y se acercó al muchacho para darle un corto beso en la mejilla, cosa que lo puso nervioso.

— Me alegro mucho que te gustara. — se levantó de la silla y luego de pagar la cuenta, siguió a la chica fuera del lugar.

Se dirigieron al parque, porque era el lugar favorito de Yuka. Ahí se columpiaba, sintiendo la brisa en su rostro y despeninándole el cabello.

Toramaru empujaba el columpio por petición de la muchacha. Ambos reían ante la mirada de los presentes en el parque, contagiados por la energía de aquellos adolescentes.

— Oye, Tora-kun.

Sentados en una banca, lanzaban pedazos de pan a los patos que nadaban en el estanque. Yuka dio un mordisco a su helado de vainilla, congelándole la frente.

— Odio esta sensación, pero me encanta el helado.

Toramaru terminó su postre y tomó la llamada que le hacía su madre, avisándole de la cena.

— Perdona, mi madre suele preocuparse mucho por mí.

La chica le vio, sonriente.

— No te disculpes por eso — le dijo — Mi Nana hace lo mismo, y estoy segura que mi mamá se comportaría de la misma manera.

Llegó el silencio, al mismo tiempo que el atardecer decoró el firmamento. Incómo y nervioso por no saber cómo seguir con la conversación, Toramaru tomó la mano de la chica y comenzó a correr.

— ¿Por qué corremos?

— Es un arranque de adrenalina — le explicó — Me pasa cuando me pongo nervioso y no sé qué más hacer.

Ventajas y desventajas de salir con un jugador de soccer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora