01- el bosque prohibido

3K 341 36
                                    


CAPÍTULO UNO.

*


Mientras el cielo se aclaraba y el viento disminuía sus muy ansiosas ganas de revolotear todo a su paso, cuatro chicos se encontraban caminando en dirección a Hogwarts, el mejor colegio de magia y hechicería. El merodeador de cabello oscuro y largo hasta los hombros, que mantenía la delantera en el grupo, no pudo aguantar las ganas de comentar su opinión sobre la muy -emocionante- noche anterior mientras acomodaba su camisa abierta y corbata mal puesta.

—Mierda, esa fue probablemente la luna llena más salvaje que hemos tenido hasta ahora.

El chico que le seguía, y claramente el más afectado, asintió de manera leve apurando sus pasos. Solo quería llegar a su dormitorio y, con un poco de suerte, morir en ese preciso momento.

—Chicos, sigan sin mí, quiero asegurarme de haber tomado los ingredientes correctos. —Comentó el estudiante masculino más deseado entre las damas, el atractivo y célebre James Potter.

Sirius se detuvo de inmediato. No quería dejar que su amigo se quedara en el bosque prohibido solo, pero de verdad necesitaba urgente una ducha, y comida, sobre todo buena comida, como la que les esperaba en el Gran Comedor.

—¿Estás seguro Prongs? Todos vimos los ingredientes, seguro que están bien.

Peter, que les seguía por atrás y se mantenía callado con la esperanza de guardar sus energías, los interrumpió: —Si elegimos mal algún ingrediente, entonces perderemos la oportunidad de hacerlo hasta el próximo año chicos.

El solo hecho de tener que aguantar un año más viendo a Remus sufrir sin poder ayudarlo fue suficiente para convencer al Black mayor. —Bien, sigamos, pero ten cuidado, si te mueres te mato Prongs.

—Eso no tiene ningún sentido. —Intervino James al ridículo discurso de Sirius.

—Si yo lo digo lo tiene amigo, así es como funcionan las cosas.

Y mientras las tres figuras se alejaban de él, volviéndose cada vez más pequeñas, gritó: —¡No olviden guardarme el desayuno!

*


James estaba agotado y adolorido, por alguna razón Remus fue mucho más violento esta vez, y aunque en realidad él sabía que todos los ingredientes que recolectaron para su poción especial eran correctos, también sabía que no podía permitir que Remus viera la enorme herida en su pierna derecha.

No podía repetir una vez más la situación del año pasado, cuando Remus lastimó en el rostro a Peter y estuvo casi una semana completa pidiéndoles que se alejaran de él para siempre, argumentando que un mounstro no merecía tener personas que se preocuparan por lo que le sucedía. Definitivamente, eso no volvería a pasar bajó ninguna circunstancia.

James Potter no lo permitiría.

Por lo tanto allí se encontraba el azabache, sentado en un tronco en medio del bosque prohibido intentando recordar los hechizos que Madame Pomfrey usaba en ellos cuando tenían tal clase de problemas, pero esa herida era mucho más profunda que las demás y sus inválidos intentos no parecían hacer nada más que frustarlo, justo cuando estaba a punto de rendirse y volver a su habitación a pedirle ayuda a Sirius fue cuándo escuchó una pisada en las hojas secas tiradas en suelo, levantó la mirada de inmediato temiendo que fuera algún animal peligroso, o peor aún, la profesora McGonagall.

Fue entonces cuando la vio.

Una cabellera larga y llamativa, ojos grandes y brillantes, absolutamente todo de ella desprendía un aura que James no pudo descifrar; Se sentía como vida, juventud, amistad, alegría, sencillez, belleza y confianza. Tenía ese cabello dorado que solo había visto en algunos artistas que a Remus le gustaba escuchar. La chica miraba fijamente su herida mientras se acercaba al ya con estilo moribundo James. Al perder tanta sangre su piel paso de morena a pálida y de pálida a casi amarillenta.

Se asemejaba a unas caricaturas muggles amarillas que a Peter tanto le gustaban.

—¿Puedo ayudarte? —Habló finalmente con una voz suave, casi como si temiera asustarlo. James sólo tuvo tiempo de asentir perdido en sus ojos, no eran de un color muy extravagante pero eran hermosos, al menos él los veía así.

La chica levantó su varita en dirección a la herida, murmurando un hechizo que él poco conocía —jamás lo hubiera adivinado— y en segundos el terrible dolor que sentía se esfumó casi por completo, permitiéndole respirar de forma normal otra vez. Le tomó unos segundos analizar la situación y en cuanto su pequeña mente proceso todo se dirigió a la chica frente a él.—Muchas gracias... —Comentó esperando a que la chica se presentará.

—Me llamo Eurídice.

James pensó que ese era el nombre más bonito que jamás haya escuchado antes, y exactamente el nombre que le pondría a su hija, si es que algún día tenía una.

—Soy James, James Potter.  —Se presentó como si no fuera el alumno más afamado de Hogwarts.

Eurídice no pudo evitar sorprenderse, nunca había hablado antes con James a pesar de compartir casa, pero si algo sabía de él era lo que contaban los rumores: Un egoísta patán, egocéntrico niño mimado, desagradecido burlón y un sin fin de apodos desagradables que a cierta pelirroja le gustaba compartir con sus compañeras de casa a las horas del almuerzo. Sin embargo, en ese momento, él no parecía ser ningún patán desagradecido y mucho menos un egocéntrico.

Por mientras la mente de James trabajaba a cientos de pensamientos por segundo, ¿cómo podría agradecerle tal enorme favor? ¿quién era ella de todos modos? y los más importantes ¿qué hacía en el bosque prohibido a estas horas? ¿correría a contarle a Dumbledore sobre su encuentro en el bosque? No, eso no tenía ningún sentido, de ser así también tendría que explicar por qué ella también se encontraba en el lugar, pero antes de que el chico pudiera hacer alguna de sus miles de preguntas, Eurídice ya se encontraba perdiéndose por los árboles en dirección al castillo, sin despedirse y con su cabello danzando por los vientos.

Entonces James murmuró al aire:

—Gracias, chica dorada.

FALLING IN LOVE, james potter (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora