Octubre es el mes en que el velo que separa a las dimensiones es más fino y es posible llegar a otros mundos; es cuando las musas de los okami fickers se reúnen entorno a una fogata disfrutando de la fresca brisa otoñal, toman una taza de chocolate...
Los personajes de Sakura Card Captor no me pertenecen, la historia que a continuación leerán, sí. No se permite reproducción o "adaptación" de ningún tipo, para otros fandoms.
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Apagué mi computadora, satisfecha por el convenio que había logrado con el equipo legal de la empresa. Un par de semanas de extensas negociaciones, pero que nos evitarían un paro laboral y pérdidas millonarias.
Salí de la oficina y al despedirme de mi secretaria, recordé que Eriol me había escrito recordándome nuestra cita de todas las semanas. Nuestro primer encuentro fue en un restaurante de comida rápida y a pesar de estar a poco de cumplir tres años de feliz matrimonio, frecuentábamos ese lugar para recordar ese día.
Saqué mi celular, estaba de muy buen ánimo y no quería esperar hasta verlo para contarle lo que habíamos logrado, por eso marqué su número, sabía que probablemente tardaría en obtener respuesta, y por eso me sorprendió escuchar su voz al primer tono.
―¡Hola, joya mía! ―Hola, cariño, ¿cómo estás? ―saludé y apuré mi paso para llegar al estacionamiento―. Estoy saliendo de la empresa, ¿pasó por ti? Quiero contarte lo que... ―Ah... sobre eso. ―Mis pies se detuvieron ante esa sola frase y el silencio me prosiguió, uno que me vi obligada a romper. ―¿S-sucedió algo? ―traté de disimular la decepción que ya comenzaba a germinar dentro de mí. ―Bueno... es que... no podré ir a nuestra cita. Nos acaban de llamar porque una cisterna impactó... ―Mi cerebro se desconectó, no queriendo escuchar más de ello.
Siempre era lo mismo... y siempre me sentía horrible por sentirme tan mal y airada cuando pasaba, porque yo sabía en lo que me estaba metiendo cuando decidí casarme con un bombero. Suspiré, en verdad... esto sacaba lo peor de mí.
―¿Tomoyo, estás allí? ―Su voz me regresó al momento.
Sacudí la cabeza y me esforcé en sonreír, desterrando todos esos pensamientos negativos.
―Sí, sí. Aquí estoy.
Un suspiro se escuchó del otro lado.
―Amor, en verdad lo siento... sé cuán especial es este día.
―No tengo nada que perdonar, Eriol. Es tu trabajo ―dije, desactivé la alarma de mi auto y entré en él. Me guardé un suspiro, para que él no notara que me ponía triste no poder verlo―. Procura no acercarte mucho al fuego y no te hagas el héroe, solo conmigo. ―Solo soy tu héroe ―afirmó y me permití suspirar, porque era por amor. ―Quiero contarte que... ―Al fondo se escuchó una alarma y después otro suspiro de su parte. ―Debo irme... ¿sabes que te amo, cierto? ―Lo sé... ve a salvar vidas.
Colgué y miré el celular con decepción, ni siquiera pude contarle mi logro en la empresa. Lancé una plegaria al cielo esperando que mi esposo regresara intacto a casa, no quería ni pensar en lo que me pasaría si a él le llegara a ocurrir en uno de esos accidentes en que le tocaba ayudar.
