Octubre es el mes en que el velo que separa a las dimensiones es más fino y es posible llegar a otros mundos; es cuando las musas de los okami fickers se reúnen entorno a una fogata disfrutando de la fresca brisa otoñal, toman una taza de chocolate...
Esta historia está basada en los personajes de Sakura Card Captor. Los personajes no nos pertenecen, pero si los originales que vayan transitando a través de esta historia que a continuación leerán y es obra de CherryLeeUp. No se permite reproducción o adaptación de ningún tipo.
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Capítulo 1 Memorias en el Fuego
Alguna vez escuché que el odio y el amor eran dos sentimientos que, aun siendo tan diferentes, se vivían con la misma intensidad. Eso se debía a que ambos guardaban una estrecha relación al tener el poder de salvar una vida... o destruirla.
Yo no conocía el amor, o sí lo conocí, pero había sido hacía tanto tiempo que las risas infantes y los abrazos cálidos y protectores de mis padres, parecían ya un espejismo. El amor... el amor había muerto para mí entre la sangre, la destrucción de mi villa y el fuego, dando paso a un renacer carmesí entre las cenizas de mi gente. Fue así como el odio se volvió mi soporte, mi redentor y mi modo de vida.
Todos los días era una lucha y cada muerte en mis manos provocaba un dolor que amenazaba con fisurar aún más mi alma rota. Las pesadillas se habían vuelto realidades y la soledad... una amiga. Aquello que caía en el abismo no retornaba jamás, por ello, aun cuando sabía que no había salvación para mí, al menos, me aseguraría de que la hubiera para alguien más.
Esa era mi misión de vida y por eso estaba yo allí en esa noche nublada. Refugiada entre la maleza, tenía la vista fija en aquella mansión, símbolo de la opresión y de las lágrimas de sangre de tantas personas. El hogar del marqués de Rhibar: Hien Li.
—Ya saben qué hacer cuando el fuego inicie —serpenteó la voz fuerte del hombre que nos lideraba—. Nadie debe quedar vivo esta noche.
Un "sí, capitán" fue pronunciado.
Saqué mi espada y volví mis ojos verdes a la distancia; como un árbol podrido y torcido que debía ser cortado de raíz, la familia Li debía pagar por los muertos y aquellos que habían sufrido en sus manos.
Solo así, el renacer de Rólam llegaría. Tan simple como eso.
El resplandor naranja se abrió paso en la oscuridad y poco después el silencio que nos había cobijado fue suplantado por gritos que venían del interior. La confusión gobernó entre los guardias y ese fue el momento de pasar al ataque. Nos lanzamos a la carrera, siendo cuidados por los arqueros que no dudaron en hacer silbar sus flechas que encontraron los cuerpos enemigos.
Los cuatro flancos fueron asediados y aquella celebración de los Li, la boda del hijo mayor que los había reunido a todos en un mismo punto, se convirtió en un infierno. No hubo lugar en el cual pudieran ocultarse. Nuestras dagas y espadas cercenaron, degollaron y encontraron su camino hacia aquellos corazones impíos que tanto daño habían provocado.
