Capítulo treinta y tres

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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Estamos siendo la sensación porque se ha reportado sobre nuestro nuevo hogar, costosísimo y esas cosas, aquello lo han marcado como Hotissue a un nuevo nivel. También se han enterado de que Blue vive con nosotros y eso ha sido un descuido nuestro porque... somos estúpidos, básicamente, estábamos haciendo un live para compartir un poco con Hotties, presentar a nuestros dos hijos revoltosos, Blue estaba en lo suyo, trabajando aquí en la casa.

Y nosotros llamándola cada tres minutos para pedirle que bajara a explicarnos cómo era lo del vestuario porque nosotros no sabíamos cómo y estaban preguntando mucho por nuestra ropa en el vídeo musical de Cold Heart. Jungkook hasta la jaló para que se sentará y la enfocó.

El la definición de idiotas, está nuestro nombre en negrita. Por supuesto tuvimos que explicar que Blue es nuestra mejor amiga de la infancia y que la conocemos de toda la vida y por eso está aquí, no tengo planes de revelar mi sentimental relación, al menos hasta que llegue el momento de pedirle matrimonio a mi Blue.

Me rio solo, ha llegado el recuerdo de cuando Blue y yo hablamos sobre el matrimonio y esas cosas hace unos años, si algo más tenemos en común es que es un tema que nos hace ilusión, personalmente, me gustaría casarme, tener mi hogar.

—Nena— le llamo, estoy en su habitación viéndola colocarse esa pijama peluda, aunque creo que esta es distinta, es otro animal— ¿Es una pijama de...?

—Una vaquita.

—Vas a matarme, sí. De amor, vas a matarme.

Me enseña la cola de la vaquita y se sacude, bufo, es una niña. Me encanta.

—Steve me acorraló en la empresa y me llamó traidora porque no le dije que yo era la súper amiga de Hotissue— me cuenta— pero no lo hizo en mal plan, fue dulce. Me alegra que a nadie del equipo le haya resultado molesto ese dato. Dime qué querías hablar.

—No tendrían porqué molestarse y... nada, tuve el recuerdo de ambos hablando sobre lo que haríamos cuando cada uno se casara.

Pucherea y luego sonríe, termina de desmaquillarse, se une a mi en la cama.

—Todavía me quiero casar, aunque no tan rápido como solíamos decir.

—Queríamos casarnos antes de los treinta ¿En qué estábamos pensando? Teníamos una utopía en la cabeza.

—¿Te imaginas si todo hubiese sucedido como dijimos alguna vez?— reímos— Yo estaría atravesando mi quinto embarazo y según viviendo en alguna pradera lejana a los suburbios.

—Y yo estaría viviendo el sueño rockero en Milán o algún lugar parecido fingiendo que amo ser un casanova cuando soy demasiado sensible para eso.

—Yo te llamaría para invitarte a cenar en mi pradera— sigue riéndose y solo me contagia porque todo suena ridículo ahora— Puedes traer alguna novia si quieres, pero recuerda a los niños, algún regalo.

—Básicamente querías criar a tus hijos en medio de la nada y que se despierten todas las mañanas gracias a... yo que sé, una teja cayendo al suelo, los árboles sacudiéndose y ellos teniendo que cruzar media ciudad para poder estudiar por culpa de su madre que odia la ciudad.

Se le va el aire y es que tengo razón.

—Y quién sabe quién era el padre, porque nunca lo puse en mis planes, me embarazó el deseo de tener hijos.

—Te los traía la cigüeña cada año, la magia de la naturaleza. Para qué hombres cuando existe el poder de la manifestación, tú pedías hijos y mágicamente el feto al vientre.

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