XVII: La calma antes de la tormenta

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Amelia iba con regularidad a ver a Andreas, aunque el tipo no le terminaba de convencer, su mente siempre le decía que ese tipo se reía de ella a sus espaldas, aunque no fuera ético.

—Estas exagerando. —Le dijo su madre un día que estaban en el supermercado—. Harriet es muy buena con Henry y Andreas es su colega, debe ser igual de bueno ¿no?

—Será bueno, pero eso no quita que sienta que se burle de mi ¿qué tanto estás comprado mamá? —preguntó Amelia al ver que Rebecca compraba cosas que usualmente no compraba.

—¡Oh! Pronto será el cumpleaños de Liam y Henry, Emilie y yo estamos planeando una fiesta para todo el pueblo. —Amelia se atragantó con su saliva al escuchar lo que dijo su madre.

—¿Todo el pueblo? ¿Se han vuelto locas? Saben que a Henry no le gustan las multitudes y Liam es un gruñón.

—De tal padre tal hijo ¿segura que no es de Liam?

—¡Mamá! —Algunas personas se les quedaron viendo.

—Baja la voz, cariño y vayamos a escoger la decoración de la fiesta.

Amelia no podía creer la ligereza de su madre para con ciertos temas, pero aún así la siguió.

—Espera mamá, al menos que sea a gusto de ellos. —Estaba tan abstraída en frenar a Rebecca que sin querer chocó con una mujer de cabello castaño con un vestido floreado y unos tacones enormes—. Lo siento señora.

Amelia no se quedó a verla bien, pero la mujer si y al reconocerla, sonrió con maldad.

—Así que eres tú...Mia Dagger.

(...)

Para cuando salieron con las compras, Amelia ya no recordaba a la mujer con la que había chocado pues se distrajo peleando con madre por las decoraciones de la fiesta.

—Sigo pensando que es mala idea ¿Y si Henry se siente presionado? O peor ¿y si Liam le arruina la fiesta a todos? No digo que lo haga de manera intencional, pero si no mal recuerdo él odiaba las aglomeraciones y los ruidos molestos.

—Y los sigue odiando. —Afirmó Rebecca—, pero esto será especial para él ¿acaso sabe que Henry y él cumplen años el mismo día?

—No, al menos yo no le he dicho, pero supongo que Henry si.

—Aparte es el primer cumpleaños qué pasa contigo y con los niños.

—¡Exacto! Razón de más para que sea una fiesta pequeña y familiar. —Amelia recalcó la última palabra a ver si convencía a su madre, quien pareció pensarlo.

—Hablaré con Emilie con una condición. —Rebecca sonrió traviesa y Amelia juro que podría ver la influencia de su padre en los ojos de su madre y por un momento temió por su vida.

—¿Qué clase de condición?

—Que cumplas con el deseo de cumpleaños de Henry.

Amelia arqueó una ceja, eso le daba mala espina.

—¿Y se olvidarán de la fiesta en grande?

—Quizá.

—Entonces dime que quiere mi bebé.

—Él te lo dirá cuando sea el momento.

—¡Mamá! Al final no me dijiste nada.

—Solo piénsalo, por si Henry llega a decirte algo.

Amelia no contestó, a veces hablar con su madre o con Emilie solo la confundía más ¿qué tanto podrían saber ellas de su hijo que Amelia ignoraba? Caminaron con las bolsas de la compra hasta la casa de los Dagger y cuando pasaron por el parque una pequeña voz emocionada se escuchó.

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