𝐗𝐈𝐗.

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Damiano no intentó ponerse en contacto con Coraline ni un solo día de los sucesivos meses. Conocía sus límites y también los de la joven, y sabía que lo peor que había podido hacer era no dar una sola explicación. Podría haberle contado lo que había pasado tras su muerte, todas las atrocidades que tenía que haber hecho para sobrevivir y seguir recordándola. En lo que se había convertido. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo llegar a soltar algo así y no esperar ninguna reacción? Sabía lo que habría pasado. Le habría temido, tanto como hacía entonces. Habría huido de él y no se habrían vuelto a ver en décadas. Damiano había pasado por tantas vidas de la joven Coraline que ya parecía haber aprendido la lección con cada uno de sus intentos. Sin embargo, continuaba fracasando.

Nunca la recuperaría. Le había costado asumirlo, pero con el paso del tiempo se había dado cuenta de que esa era su condena. No volver a ella. Sufrir una eternidad de soledad y ansia. De tenerla frente a sus ojos y no poder alcanzarla. Ese era su castigo.

Pasaba los días y las noches en un duradero confinamiento. Con la vista fija en el techo y miles de pensamientos que sobrevolaban su cabeza como si tratasen de ayudarle a encontrar alguna solución para el mal que ya había logrado hacer. Pero no había manera de enmendar algo así. Ni siquiera creía merecerlo.

Damiano David había renunciado a su humanidad en 1745, tras la muerte de Coraline Bianchi. Había encontrado su cuerpo ensangrentado en el interior de su casa, tras haber irrumpido a la fuerza. Tendida en el suelo, sin vida, con el vestido empapado de sangre que cubría todo su vientre. Damiano había corrido hacia ella, y la había tomado entre sus brazos. Lamentándose entre llantos y tratando de despertarla de cualquier manera. Pero Coraline había ya abandonado su cuerpo para siempre.

Cerró los ojos, tumbado en el sofá de su hogar, tratando de visualizar bien aquel doloroso recuerdo. No sabía por qué había sentido la necesidad de hacerlo, pero allí estaba. Respirando hondo. Encontrando aquellas terroríficas imágenes en su interior.

Sostenía el cuerpo de Coraline. Llevaba allí más tiempo del que pensaba. La carta que la joven le había escrito estaba arrugada en el suelo, llena de manchas. La leyó allí mismo, guardándosela después. Le pertenecía. Era lo único que verdaderamente le pertenecía. Pues el alma y corazón de Coraline habían ya desaparecido con su vida.

Escuchó pasos, ruidos de alguien acercándose. Él se quedó con Coraline. No sería capaz de abandonarla. Sin embargo, las puertas del despacho se abrieron de par en par, descubriendo a una mujer joven, portante de un cuchillo ensangrentado. Las manchas rojas le cubrían también las manos, el vestido. Y Damiano pudo reconocerla en cuanto la vio.

—Has sido tú —el desconsuelo se implantó en su rostro, y pronto se levantó del suelo. Derrotado, aunque amenazante—. ¿Cómo has podido?

La mujer, joven y hermosa, ahora cubierta por el pánico y el miedo, le apuntó con el arma. Trataba de mantenerse lejos de él, como si el cuchillo fuese tan sólo para protegerse. Pero Damiano sabía que no sería así.

—Ella confiaba en ti. ¡Y la has matado!

No hubo explicación por parte de la mujer. Que cada vez parecía acercarse más. Damiano se armó de valor, y se lanzó entonces hacia ella. Agarró el cuchillo por el filo, forcejeando con ella. Ambos tiraron, se empujaron, hicieron lo posible por lograr la posesión del arma. Hasta que se terminó clavando en uno de los cuerpos.

Los pasos de Thomas y Ethan interrumpieron los recuerdos de Damiano, que tras escuchar la voz de uno de sus amigos; acabó abriendo los ojos. No había lágrimas, sólo pena.

—¿Qué? —preguntó, saliendo de aquel pequeño trance.

—Vamos a ir a una fiesta. Thomas ha conocido a una chica. ¿Cómo era...?

𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄  ✞  damiano david. PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora