La hierba se expandía a través de varios kilómetros a la redonda, y bajo las estrellas sólo estaban Damiano y Coraline. La joven había aprovechado tal privacidad para desatarse el corsé que le oprimía los pulmones, y él se había quitado el lazo del pelo que se lo sujetaba en una especie de coleta baja. Coraline, con la cabeza sobre el pecho de Damiano, se dedicaba a contar cada una de las estrellas que era capaz de vislumbrar. Mientras, él le acariciaba el cabello.
Otro sueño no. No podía ser cierto.
—¿Nunca has sentido que no perteneces al lugar al que deberías? —rompió Coraline el silencio, tras minutos en calma.
Damiano asintió.
—Constantemente. Hasta que te conocí a ti.
La joven levantó la vista hacia él y sonrió con total ternura.
—No me tomes el pelo. Me refiero a... A que la gente lo tiene todo decidido por ti. Pero tú no eres eso que quieren.
—Constantemente —repitió—. Aunque tengo claro adónde pertenezco ya. Al final lo acabamos sabiendo, ¿sabes?
Coraline bostezó, aunque no se dormiría.
—¿Y adónde perteneces, Damiano?
El joven la miró entonces, fijamente, y se inclinó tan sólo un poco para besar su cabeza.
—A cualquier parte donde estés tú, stellina.
Coraline se incorporó un poco, girándose para llegar hasta él y besar tiernamente sus labios. Damiano la abrazó, y ambos disfrutaron del momento todo lo posible. Las cosas estaban cambiando, y pronto el futuro de ambos se dictaría de manera inamovible.
—Nos iremos. Te prometo que no iremos donde tú quieras —aseguró la pelirroja, sonriendo con un deje de tristeza.
—Sé que sí.
Damiano la tomó por la mejilla, besando sus labios con una profunda necesidad. Con un afecto que Coraline nunca había recibido de esa manera. Como si realmente sólo existiera ella en el mundo.
—Debemos irnos, se está haciendo tarde —sin embargo, Damiano negó, tirando suavemente de ella para colocarla sobre su regazo. Se incorporó un poco, besando su mejilla.
—Sólo unos minutos más, por favor.
Coraline cerró los ojos, sintiendo aquel momento como si fuera la peor espera de su vida. No quería separarse de él. Nunca sería capaz.
Los labios de Damiano viajaron entonces hasta sus labios una vez más. Eran incapaces de apartarse el uno del otro.
Le acarició las piernas, despacio, acercándola algo más a su cuerpo si es que era posible. Coraline se había sabido acomodar, y tan sólo tenía tiempo para buscar la boca del italiano.
Se fundieron en mil besos, y en otras tantas caricias. Nunca habían estado tan enamorados.
Sin embargo, Coraline despertó. No era capaz de acostumbrarse a que sus sueños fueran tan vívidos ahora. Tanto que parecían reales.
¿Lo serían? La joven italiana se quitó la idea de la cabeza tan pronto como pudo. No eran reales, no podían serlo. Por mucho que Damiano se hubiera esforzado en hacerle pensar lo contrario.
Había decidido comenzar a anotar todo lo que soñaba. De esa manera, no se le escaparía nada. Aunque, ¿cómo olvidar sus besos? Aún sentía las manos de Damiano acariciándole el cuerpo, suspirando contra su oído e insinuando lo importante que parecía ser para él. Pensó entonces en sus palabras, y en cómo había insistido tanto en que recordarse algo que parecía haber olvidado. Aunque una joven de veinte años difícilmente podría haber vivido siglos atrás. Difícilmente podría haberlo conocido a él.
Se estaba obsesionado y no era capaz de pararlo. Le veía en sus sueños, escuchaba su voz incluso cuando estaba despierta. Damiano, Damiano, Damiano... ¿Por qué parecía haber aparecido para poner su vida patas arriba y, al mismo tiempo, para darle el sentido que nunca había tenido?
El camino hacia la cocina era el mismo, aunque Coraline pudo avistar un trozo de papel frente a la puerta del apartamento. Lo tomó, y un suspiro de alivio la inundó por completo.
Nos veremos esta noche.
Por fin podría verlo. Se había vuelto loca allí encerrada, soñando con él sin poder llegar a palparlo. Enunciando decenas de preguntas que había creído que jamás podría preguntarle a la cara. Sin embargo, por fin podría.
Se preparó durante toda la tarde como si volviera a tener quince años y estuviera a punto de tener su primera cita. Escogió entre un montón de prendas, y se aseguró de peinarse de la manera adecuada, de maquillarse de la manera adecuada, e incluso de echarse algo de perfume. Ni siquiera se había dado cuenta de que parecía simular su primer sueño. Su primera muestra.
Llevaba un vestido verde botella, algo más oscuro del que vestía en su sueño, con un escote drapeado que realzaba su figura. El pelo, sin embargo, se lo había dejado suelto. Todo lo demás era historia.
No tenía ni idea de adónde se suponía que debía ir, así que simplemente salió de casa con la intención de buscar al joven, cosa que no tenía demasiado sentido.
Nos vemos esta noche, había dicho. ¿Dónde, cuándo, bajo qué condiciones? Damiano no tenía respuestas, nunca. Tan sólo afirmaba y dictaba qué hacer y cuándo hacerlo. Tal vez eso mismo fuese parte de su intrigante atractivo.
Coraline dio tan sólo un paseo, y antes incluso de dar media vuelta para volver a casa, pudo escuchar su voz tras ella.
—Coraline —murmuró, a lo que la joven dio media vuelta para mirarlo—, estás preciosa.
La pelirroja sonrió, observando su propio vestido durante un momento; aunque su mirada se clavó en el italiano tan pronto como pudo llegar a verlo.
Llevaba el mismo traje. Estaba totalmente segura de que era el mismo. Sin embargo, ya no le quedaba de la misma manera. El corte de pelo, el maquillaje e incluso los tatuajes le hacían un hombre totalmente diferente. No mejor o peor en apariencia, tan sólo distinto.
—Tú estás... Perfecto.
El italiano alcanzó la altura ajena para comenzar a caminar a su lado, y fue entonces cuando Coraline comprendió que aquello no era una cita. Nada parecido, siquiera. Aunque ambos se habían asegurado de impresionar al otro.
—He soñado contigo —rompió el silencio la italiana en algún momento de la noche.
—Lo sé.
—¿Has sido tú? —Damiano asintió—. ¿Por qué?
—Sabes por qué.
—Para que recuerde.
—¿Y has recordado?
Ambos se miraron por un momento.
—¿Significa eso que son reales? Los sueños.
Damiano pareció tensarse, y dejó de mirarla para volver a caminar. Así no llegarían a ninguna parte.
—Eres injusto.
—Todo tendrá sentido cuando deba tenerlo.
Coraline paró en seco, por lo que Damiano acabó haciendo lo mismo. Se miraron una vez más. Damiano se mantenía tranquilo, impasible, mientras Coraline terminaba de perder los nervios.
—¿Por qué has quedado conmigo? ¿Qué estamos haciendo aquí?
—Tú querías verme.
—¡Para que me ayudes! ¡No para caminar por todo Milán mientras te ríes de mí en silencio! ¡Llevo meses, semanas sin dormir! ¡Te veo cada noche, y después te veo durante el día! ¡No sales de mi cabeza, y además te atreves a exigir que tenga paciencia y que confíe en ti cuando sólo me das razones para tenerte miedo!
Damiano se acercó deprisa. La tomó por las mejillas, acercándosela para besar por fin sus labios. Con fuerza, sin ningún tipo de remordimiento. Coraline se relajó al instante, entrando casi en una especie de trance del que tal vez no sería capaz de salir, mientras los labios del italiano danzaban contra los suyos como si no hubiera un mañana. Como si su primer beso también estuviese destinado a ser el último.
ESTÁS LEYENDO
𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄 ✞ damiano david. PAUSADA.
FanfictionAlgo persigue a Coraline. Cuando duerme, cuando está despierta. Durante el día, durante la noche. Es capaz de sentir el peligro, su propio peligro. Pero, ¿qué se esconde tras las sombras? ¿Quién es aquel que tanto ansía encontrarla? ¿Cuánto tiempo...